viernes, 19 de mayo de 2017

SERENIDAD

Como la mayoría de los seres humanos he corrido tras la felicidad. La he deseado y me he creído con el derecho de poseerla, sentirla, porque me paracía tener méritos para ello. Pero los años enseñan, y si es cierta la felicidad, o sea si es real la posibilidad de ser feliz, me asiste la sospecha que deben ser pocos los que la poseen como un estado de vida. Lo natural es que la felicidad viene a quedarse en nuestra vida por un tiempo y luego se marcha. Y puede volver. Casi no depende de uno mismo. 


Con el paso de los años en que he sido feliz en ciertas épocas, me fui dando cuenta que no debía tratar de alcanzarla como se alcanza una meta o un amor o un éxito. Ciertamente puede llegar en la sonrisa de la persona con quien juraremos llegar a nuestra vejez con el amor vivo, sin mayores lamentaciones y sin considerarnos algún día enfermero (a) del otro u otra sino el compañero (a) de vida.






Al pasar el tiempo me dí cuenta que lo que debía alcanzar no era la felicidad (aunque por supuesto la aprecio demasiado) sino mas bien la serenidad, esa alegría de estar bien conmigo mismo, que no es la autocomplacencia, no es un estado de ánimo que puede terminar con algún inconveniente desagradable o con un bochorno social.



La serenidad es una conquista nuestra, en cambio la felicidad -tan fácil de pronunciar que la tenemos- es obra muchas veces de circunstancias ajenas a nosotros. La serenidad es como andar erguido por la vida sabiéndose dueño de sí mismo, de nuestros hábitos y decisiones, de lo que somos capaces de realizar y sentir, sin ser indiferente a los problemas de los demás. Una persona serena no es quien puede encontrar refugio en su casa o entre amigos, sino quien es capaz de alcanzarla viviendo las contradicciones, las iniquidades de unos pocos, rescatándonos del mucho ruido y de las mentiras organizadas que se leen y se escuchan. Como la serenidad es un logro personal, nos procura muchas veces que nos mostremos respetado, respetable y querido.



Y si se presente la felicidad, démosle  un espacio en nuestra casa y en el corazón, ya que la mayoría de las veces se aleja en muy poco tiempo. Pero -ya está dicho- la serenidad es una conquista de nuestro corazón, de nuestra vida organizada íntima y socialmente para ejercer y practicar con humildad el grandioso oficio de persona, de ciudadano.



Vicente Corrotea

  

viernes, 12 de mayo de 2017

ME GUSTA MI CASA

Me gusta volver a mi casa
con el ladrido de mi perro
anunciando mi llegada.
Nace la plática de las circunstancias:
que el hijo armó los muebles nuevos,
que mi mujer se encontró con Clementina,
que la gardenia ha reverdecido,
los consumos del hogar están pagados
y que no he terminado de leer ese libro
que me embriaga de emociones.

Me gusta estar en mi casa
cuando el ave nívea vuela sobre la mesa
y se extiende orgullosa de sentirse necesaria
del conocido rito de ubicar cada cosa
sin que falte nada en la hora del sustento.












Ya no esperamos demasiado.
La vida nos ha ofrecido
más de lo indispensable,
resguardando el don del agradecimiento
en el aposento secreto del corazón.

Vicente Corrotea

miércoles, 26 de abril de 2017

LLUVIA DE OTOÑO


Los techos se sienten cautivados
por la primera lluvia de otoño que los acaricia
con sus suaves lencerías transparentes.










Yo, cómplice silencioso de la noche,
me abrigo de recuerdos 
cargados de tiempos,
dejo que la llovizna
se acendre en mi cuerpo.

Vicente Corrotea

sábado, 15 de abril de 2017

GULLIVER, A VECES

Es parte de la lealtad que nos debemos a nosotros de preguntarnos, sin rodeos ni engaños, cómo estamos. Naturalmente nunca para sentirnos amargados pues es un ejercicio para mirarnos a lo largo de nuestras cuatro estaciones y reconocer que han sido hermosas a pesar de algunas o muchas tribulaciones.


En esta última estación que a muchos nos brinda la vida, no tenemos motivos para envidiar a nuestro vecino o vecina de 50 y tanto que sale a correr con su perro, se divierte con los amigos o va a retirar a sus nietos al colegio, porque también lo podemos hacer nosotros y aún más. Personalmente estoy consciente que debo ordenarme mejor, detener un poco la marcha pues corro sin motivo para llegar al bus o al Metro, también saber encontrar momentos que me hagan dichoso -como cuando estoy con ustedes- y evitar, hay que decirlo, aquellas personas que hablan empecinadas del pasado no porque atesoren lindos recuerdos que originan sanas emociones sino que demuestran que están fastidiadas con el presente, los asuntos cotidianos y más con los vecinos y la gente que pasa a su lado.




No pretendo ser un referente pero me gusta encontrarme con gente que conozco ya sea de mi edad o jóvenes y, cuando se da el caso, invitarnos a un café. Porque la vida con los amigos y amigas es muy importante y hay que hilar todos lo colores de este inmenso telar que cada uno/una teje durante la vida. Puede ser que delante de un emparedado y una cerveza platiquemos de su primer nieto que se casó, del partido de fútbol del fin de semana, de los escasos políticos honestos, de Neruda, de Sofía Loren, de Gustavo Cerati, de la última obra que asistimos mi mujer y yo, o del libro que estamos leyendo. En fin, de la vida misma.  

Así, cuando llegue a casa otro poco más feliz saludando a mi mujer, me sentiré un Gulliver tirándome al suelo -alguna vez- con la algarabía de mis encantadoras perritas poodles.
Y comenzaré ese otro viaje al interior de las bondades de un hogar de paz, de qué te gustaría de almuerzo mañana, aunque algunas recetas aparezcan casi listas, de los trabajos ya planificados, de las preocupaciones con algún problema de un hijo... Es la vida, es la esperanza, que te agradezco por estar acá. ¡Buenas noches!

Vicente Corrotea



sábado, 8 de abril de 2017

ALAS BLOGUERAS.

No escribimos para que la humanidad nos lea
sino para compartir nuestra propia humanidad,

tal vez herida, incomprendida, lastimada, incompleta

por sueños y realizaciones pendientes,

tal vez lúcida, discernida, madura y profunda,

viviendo con armonía y fortaleza cada día.


















Somos hombres y mujeres, creyentes o agnósticos,
siempre respetuosos compartiendo
la punta de nuestras alas
cuando se tocan en vuelos rasantes o elevados.
No importa a que altura lleguemos; 
Lo valioso es restaurar en la medida de lo posible
con sencillez, valentía y justicia
esa parte del tejido social y natural de nuestro planeta.

Y podamos revelar con letras 
lo que sabemos, deseamos y soñamos 
desde el centro de nuestra propia existencia.

Vicente Corrotea

sábado, 1 de abril de 2017

CUANDO ELLA PASA

Ella pasa con donaire, 
ignorando promesas que no se cumplen,
lisonjas que atraviesan el hormigón
o a la suerte que otros esperan.
Los operarios entre el cielo y el cemento
descubren una luz en el pedazo de planeta
que nunca va a ser suyo.
Los hombres la miran y piensan 
en novias, esposas y aventuras. 
Para el jefe que permite admirar a esa diosa
pasearse por calles abajo
-que ha descendido a estos infiernos-
le recuerda el nombre de Perséfone, 
la misma del panteón griego.

Su cuerpo es de diosa viva,
de carne viva, deseada y perfumada,
mejor que una estatua de mármol. 
Sus pasos, con ligero vaivén, 
no tienen prisa ni pudores como quien acierta
un golpe a una sociedad torcida y egoísta.



Ella desaparece de las calles y 
el concreto vuelve a subir a las alturas
más apresurado que para una Babel,
la armadura de los fierros es compuesta
con más rigidez que nunca
y los andamiajes tiemblan de actividad.
"¿Quién sabe cómo se llama?"
grita una voz desde el vientre del nuevo edificio
como si fuera un ave migratoria 
atrapada en un invierno.

Los hombres terminan rendidos su jornada
pero más dispuestos para mañana.
Ahora sólo esperan llegar a sus casas
para un sueño de dioses.

Vicente Corrotea

domingo, 26 de marzo de 2017

¿VIEJO YO?

No siento estar ubicado en el grupo de los llamados viejos,  nombrado así por cariño o por falta de delicadeza, aunque pasé los 78, sin que se diera cuenta ningún calendario.

No lo puedo negar: Nací en una época tranquila donde hasta las nubes del día y la luna de noche eran elementos transparentes y el aire saludable, mientras el colegio se convertía en un templo casi sagrado donde la palabra, hablada y escrita, era el asiento de los misterios del saber. Luego, debería hablarse y escribirse con absoluta corrección. Era una época de la buena ortografía. Cuánto sufrían mis compañeros que provenían del sector lindante a mi pueblo mientras yo había sido preparado por mi madre desde muy pequeño, por lo que sabía leer y escribir antes de llegar al colegio. Ahora la mala ortografía se considera una moda, un aticismo, una rebelión. ¿Contra qué? No pretendo hilar fino pero creo que atentar contra la ortografía es un modo de corrupción más que de rebeldía. Es como que la falta ortográfica se comparara con la falta a una norma de seguridad en la carretera. Lo que vale decir que cada palabra -que normalmente fue construida durante mucho tiempo- se hizo con un sentido determinado, por lo que debemos respetar su arquitectura, vale decir su hermosura. Su contravención es un envilecimiento que pudiese traernos algunos problemas de comunicación que ya los tenemos, como en muchos discursos de algunos personajes que no dicen nada o que no se les entiende.

Vicente Corrotea


domingo, 26 de febrero de 2017

MI ESTADO

Hola, amigas y amigos: El verano en este lado del planeta causa que mi trabajo aumente considerablemente, y eso es bueno para las finanzas del hogar. Sin embargo, resulta naturalmente agotador. Es la razón de que no esté junto a ustedes de vez en cuando y los eche mucho de menos.

Estoy contento pues gozo de buena salud y de buen ánimo.

Les envío un gran abrazo a cada uno de ustedes.

Vicente

jueves, 29 de diciembre de 2016

¿DÓNDE LA NAVIDAD?

Escasos visitantes ingresaron al templo
medio derribado,
alguien entonó un villancico,
nadie rezó su novena.
Sus hermanitos negros y blancos corren dispersos 
arrancando de fuegos amigos y enemigos
y los cuerpos destrozados de sus padres
con sus manos frías, 
inmóviles como tardes de invierno,
ya no los encontrarán.

¿Dónde está el niño de Belén

ese que era admirado por todos,
consolaba a los viejos
y fascinaba a los pequeños?
Tal vez tenga miedo de volver,
miedo de ver a los que antes fuimos niños,
al fuego cruzado de mentiras, injusticias
y al abandono de miles de pequeños,
muchos degradados por los que antes
subieron los siete peldaños para mirar 
el pesebre del Niño.

¿Dónde está la voz de esos niños

y sus juegos dónde están?
¿Los carburantes pueden ser más importantes 
que miles de miradas de niños de vientres vacíos?



Acá, en el pórtico de una iglesia cercana
el cansancio de un anciano 
busca tenderse sobre la piedra fría y dura
sin haber sabido siquiera
cuándo fue la Navidad
pues la gente corría comprando obsequios
para ofrecerse unos a otros
pero Jesús no estaba presente.
o tal vez nadie lo veía entre tantas luces
y paquetes cuidadosamente envueltos
y encintados.

¿Qué nos pasó, niño de Belén?
¿Dónde está tu redención?
¿Quedó acaso en nuestras cuentas de ahorro
o tarjetas de crédito?
¿En las intenciones de los poderosos?
¿En nuestro consumismo desbordado?
¿Dónde la solidaridad, la paz y unidad?
¿Qué hicimos con la belleza, el amor y la verdad?
¿Y mi fe dónde está?

Vicente Corrotea A.
Imagen tomada de Google


jueves, 22 de diciembre de 2016

DICHA Y PAZ


Como cada año que surge del anterior 
nos invita a renovar nuestros sueños y proyectos, 
quiero desear mucha felicidad...

A los que crean lazos y abrazan esperanzas.

A los que creen y a los que afirman.

A los que nunca desisten de aprender
y de compartir.

A los poetas empedernidos 
que construyen belleza y caminos de justicia.

A los maestros que forman personas libres
y ciudadanos responsables.

A los impelidos por relojes, calendarios, finales de mes,
y a los que se levantan con el concierto de los pájaros
y marchan con el viento.


A los que aman la naturaleza y exigen respetarla.

A los hombres que respetan a las mujeres, las aman y crecen
para ellas y con ellas.

A las mujeres que descubren misterios, complacencia, perdón y entrega en el vínculo amado.

A los que abandonan la tristeza y el desaliento 
descubriendo el encanto de vivir.

A los niños que buscan a sus padres perdidos en las guerras 
fraticidas y a los padres que anhelan una patria nueva.

A los hombres y mujeres que han llegado a su etapa vespertina de su vida y se sienten mordidos por la soledad.
Y a los que la vida les regala la compañía de la familia.

A todos, sinceramente, un abrazo de dicha y de paz.

Vicente Corrotea.

sábado, 10 de diciembre de 2016

SOLO PARA NIÑOS

Si estas líneas son leídas por una persona que no sea un niño o una niña es probable que yo pierda ese poco de autoridad que debiera tener un hombre de mi edad, o va a suponer que el desgaste de los años, mis continuas vigilias y hasta el colesterol alto son la causa de mi desgaste cerebral.

Como cualquier persona ordenada dispongo de cada lugar para cada cosa. Por ejemplo, tengo un mueble donde guardo mis suéteres y otras ropas. Arriba de dicho mueble, he ubicado una caja donde guardo lápices, pinturas, cartulinas, recortes, es decir aquello que sirve para escribir, dibujar y hacer trabajos en formato más grande de lo común. Sobre la caja de plástico y en una pose apacible vive Efraín. A veces me da una mirada y sé que desea lo tome en mis brazos. Eso nos gusta a ambos. Tengo que decir, niños y niñas, que Efraín no es sólo un peluche cualquiera pues nos une una antigua amistad. De vez en cuando lo miro, él me mira y sigo de largo. Creí que vivía en casa hace sólo un par de años pero revisando las fotografías, ya está hace un buen tiempo. Sí, puedo asegurar que Efraín es un peluche con forma de reno y una panza que no me disgusta. Podría decir que Efraín ha sido mi mejor juguete a lo largo de toda mi vida. De vez en cuando lo abrazo porque es agradable hacerlo.




Niño y niña: Esta es la parte que los grandes no entenderían, de tal manera que si algún abuelo o abuela se encuentra cerca no tiene que saber de nuestra historia. Continúo: Estaba leyendo un libro cuando descansé mi visión y miré a Efraín que estaba donde siempre, claro, sobre la caja de los lápices y tantas cosas más. Pero una pequeña sombra observé detrás de un brazo de mi amigo. Cansado de leer -me dije- estoy viendo en forma defectuosa. Pero la sombra ya no estaba y luego apareció nuevamente. Nadie podía provocar al movimiento y... justo, de nuevo. Me acerqué a Efraín para tomarlo y -¡Caracoles!- levantó un brazo señalándome que no lo tocara. "Oye, creo ya te entiendo. Pero hablemos ahora pues mi mujer llegará en cualquier momento y le darías un gran susto o creería que estoy chiflado.". Efraín estaba intranquilo. No podía hablar pues nunca lo había hecho. Hizo unos movimientos como jadeos y al final me dijo: "Estoy preocupado. Tu tiempo no es como el mío. Los veranos y los inviernos son iguales para mí. Sé que estoy viejo por la cantidad de navidades que estoy contigo pues me pones sobre una alfombra cada año cerca del árbol, y mi piel ya no luce como antes. Algunos de tus amigos están enfermos o se han muerto..." Mi peluche casi lloraba. Pensé que el momento que estaba pasando era una ilusión. Prefería pensar que me había quedado dormido y soñaba. Pero no. Estaba frente al patio soleado y brillante conversando con Efrain, mi peluche, sin saber qué diría. "Es que si tú te mueres tengo miedo de lo que pueda suceder conmigo. Lo que pasa que con el cariño que me has dado se me ha formado un alma pequeñita y ya te puedo amar también un poco. No quiero que me tiren a los perros, se pongan a jugar, me destrocen y después me tiren a la basura". No sé si me rodaban las lágrimas a mí o a los dos. El futuro que teme Efraín era posible pues la gente compra ahora muchas cosas y va subestimando otras. Cuando niño había un trinche o trinchero en casa con muchas cosas que se exhibían en la parte superior y otras guardadas en grandes cajones. Nunca fueron cambiadas ni reemplazadas. Allí estaban cuando me vine a estudiar en la universidad. En la Navidad que viene habrán muchos peluches como Efraín que tal vez no lleguen a la Noche Buena del próximo año. Todo se reemplaza, todo es rápido, es poco lo profundo y serio. Los abrazos son brevísimos. Nosotros nos casamos hasta llegar a viejos sin el miedo de que uno de los dos fuera el enfermero o enfermera del otro, lo que felizmente no ha pasado. De algún modo Efraín no es sólo un peluche; Es alguien que tiene un destello de emociones que lo hacen prever y temer, y buscar seguridad. Necesita amor como el que le hemos brindado a él y quiere que se prolongue.

Cuando Lucía llegó a casa le dije: "No sabes lo que me ha pasado", dispuesto a contarle mi historia. "Sí, te quedaste dormido".

Por eso, niño y niña, cuando un peluche u otro juguete te guste tanto como para abrazarlo es que comenzaste a quererlo. Es un primer paso. O el peluche comience a desear estar contigo, entonces cuídalo con esmero. Es probable que, de repente, hable contigo y aprendas muchas cosas. Sin embargo, los grandes tienen mil preocupaciones, viven corriendo y casi ya no leen y conversan muy poco. Si tienes un peluche y duermes con él sólo abrázalo. Ah, es mejor que tengas uno solo. A veces la abundancia nos pone malo el corazón. ¡Buenas noches, niños!.

Autor: Vicente Corrotea
Foto de Efraín acompañado de Oli


martes, 29 de noviembre de 2016

EN EL PRINCIPIO

En el principio era la nebulosa,
una constelación lejana
que se dibujaba en mis retinas.
Un día cayó en mi patio
una treintena de estrellas
que se convirtieron
en plantas de fisonomía diversa
formando un jardín en movimiento
pues se unían y separaban 
en novísima danza.
Si eran estrellas, pájaros o flores,
si eran creadas por dioses
o delicadas manos humanas
en lejanas jornadas de la historia
o si las hizo el rocío de la madrugada
no lo sabía ni me importaba.
Estaban allí
quietas ahora sobre el papel,
y mi madre sabía descifrarlas
y amarlas.
A mis cinco años
mamá llamaba por sus nombres
a esos signos misteriosos
que siempre estaban disponibles
ordenados en miles de alas de papel.
Ella observaba esos trazos
que ya tenían nombres
desde tiempos remotos.














Estas son letras, hijo, que se ordenan
para formar palabras
que te darán conocimiento, sabiduría y regocijo.
Sabrás de la vida como de la muerte,
de la belleza y la oscuridad,
del amor y el sufrimiento,
y otorgarán claridad a tus emociones.
Querrás deslizarte
hasta el fondo de tu existencia
o penetrar en el corazón de los otros
para dar luz o enseñar a descubrirla.
Estarán en tus verdades o en tus sospechas,
cuando abraces o desconfíes.


Al marcharse mi madre
leí sus cartas nuevamente 
-algunas de pálido semblante-
enviadas por correo:
No tengo nada que dejarte
-me dice en su última misiva-
sólo los libros del mundo.


Autor: Vicente Corrotea
Imagen tomada de la colección de Google.


sábado, 19 de noviembre de 2016

¿A DONDE VAMOS?

Mucho antes que pasara los 70 me hice una pregunta: ¿Cómo quiero vivir? ¿Qué quiero lograr? Claro, en primer lugar que ejerciendo una labor importante para mí (no para los otros) sintiera que me validan, que me aprecian, sentir, en fin, un grado de confianza hacia mi persona. Entonces, me dí cuenta que me asustaban el fracaso, la salida rápida, donde tú sales despedido sin mirar atrás, sin esperar el apretón de manos ni menos algún abrazo.

Algunos están convencido que "el mundo es y será una porquería", como dice un tango. En cierto modo hay que convenir que buena parte de los millones de habitantes de este planeta lo perciben como algo meramente estructural y racional. Nuestras relaciones están conformadas y dirigidas por intereses invisibles y muy poderosos para la mayoría. Las universidades entregan herramientas que, a su vez, se convierten en herramientas humanas de los grandes monopolios o poderes económicos y sociales. Las pocas líneas anteriores nos dicen que la estructura del mundo ignora que somos personas, y personas que buscamos ser felices. Bueno, sí a veces se acuerda pero sólo para vender sus productos navideños o los llamados servicios. Al contrario, se propagan ideas que alimentan la desunión de los pueblos y de las razas. Las mismas religiones, fundadas por grandes personas que dejaron mensajes de paz, cordialidad, ya no tienen la fuerza de otros tiempos, y otras viven en el encono que provoca muertes incluyendo a niños que debieron ser dichosos como nuestros hijos y nietos.




Cambiemos el tono. Pretendo descubrir con nuestros ojos y el corazón cómo estamos ahora en esa parte del mundo que es nuestro hogar, el centro de nuestra existencia.

Tengo una pequeña historia familiar y, por lo tanto, muy sencilla: Mi mujer es una buena cocinera. De repente hace comidas diferentes dentro de las pautas previstas por su costumbre. Un buen día llegó nuestro hijo, también buen cocinero. "Mamá, echa primero ésto y lo otro después. Le puedes agregar esta fruta y te va a quedar más rico". Mi mujer, un poco herida pero obediente al consejo de mi hijo, descubrió que su receta hizo un giro simple pero que a ella y a nosotros nos sorprendió. Fácil lección: Nos puede hacer daño vivir con nuestras inalterables recetas para la vida y aconsejar a los hijos o educar a los nietos, creyendo que nuestras opiniones son lo mejor y lo único que vale. Te pregunto de nuevo: ¿Cómo pretendes vivir estos años? Por supuesto que no tengo una respuesta. Es algo muy personal que sólo con humildad y ternura por ti mismo pudieras lograr saberlo. Pero hay situaciones que son ciertas. Por ejemplo, y me entenderás, que hay que sacarse la careta, vivir de frente la realidad, mi realidad para mí y la tuya para ti. No jugar al mejor abuelo o abuela del mundo. Los nietos saben que eres "lindo" cuando pasas de largo tu siesta para jugar con ellos. Saca en cuenta de que todos somos distintos hasta en la familia y más en el vecindario donde puede haber una persona o varias de color. No exijas que el vecino o el amigo piense y actúe como tú porque la religión, la política y el fútbol son opciones personales. No existe el alma gemela y si existiera no habría diálogo, ni risas y aprendizaje. No digas que el hijo del vecino es un demonio y que sus padres no saben educarlo si tú no te sientes responsable de buscar la ocasión de conversar con el joven con algo de firmeza y con mucho afecto. Nos gustaría viajar y conocer el mundo, pero el mundo es nuestro barrio con el cual nos comunicamos, ofrecemos nuestra ayuda cuando es el caso, como también sabemos aceptarla.  

Trata de elevar los sentimientos y las acciones de cuidado por los demás y por el planeta. A las mujeres y varones nos hace vernos más hermosos cuando portamos una sonrisa de gratitud y disposición. El sol parece inalterable pero nos cambia cada mañana la vida que llevamos.

Vicente Corrotea A. 
Imagen tomada de la colección de Google


viernes, 28 de octubre de 2016

AHORA Y EN LA HORA

Alguna vez he reconocido que la muerte, mi muerte, no me gusta pero tampoco me espanta. Si llegase la prefiero instantánea, es decir, amigable, rotunda. Porque la muerte no es para mí el fin ni el comienzo. Es tan natural como el resfrío, claro está con el dramatismo de la familia que debe ocuparse de los trámites del sepelio, aunque ahora queda todo encaminado con dos llamadas telefónicas, si estoy al día con el pago del parque donde me depositarán definitivamente. Entonces podré gozar del silencio total y tan tranquilo como en ninguna parte. No tendré que levantarme temprano o hacer turnos de noche ni correr para alcanzar el bus, ni limpiar el jardín ni conversar con las plantas, ni lavar mi ropa la que yo y solamente yo plancho y doblo y guardo quedando todo perfecto pues soy nativo de Virgo y soy Caballo en el zodiaco chino. ¡Una condena! Y si creen que estoy chiflado porque hablo con las plantas también lo hago con la Kiki cuando salimos a caminar. 

Allí, en la oscuridad absoluta, estoy seguro que todo aquello que me obligaron a creer y todo aquello que fui aprendiendo por mi cuenta durante mi vida, estará muy lejos de lo que pueda descubrir en el subsuelo oscuro como una catedral cerrada y de noche.


¿Por qué escribo sobre la muerte? Es que al final de octubre se celebra Halloween en muchas partes del mundo, principalmente por el ímpetu mercantilista. Aunque esta fiesta tiene una referencia a los santos guarda, no obstante, una conexión con los espíritus, sean buenos o malos, siendo su significado práctico la cercanía entre estos dos mundos aparentemente antagónicos, es decir, entre los vivos y los que vagan como espíritus en las sombras.


Para terminar -mientras la gente compra disfraces para el Halloveen  y los niños esperan sus dulces- quiero decirte que acepto caminar apurado al trabajo u olvidar esa idea que se me ocurrió en el Metro pues no pude anotarla en mi libreta por los empellones y apreturas; Acepto también haber perdido mi vislumbre de originalidad que en verdad nunca he tenido. Pero me niego abandonar mi deseo favorito, y es morirme leyendo un libro en el patio de mi casa. Ojalá se cumpla.

Autor: Vicente Corrotea
Imagen tomada de la colección de Google


sábado, 1 de octubre de 2016

DÍA DEL ADULTO MAYOR

Este 1 de Octubre es el Día Internacional de las Personas de Edad. Yo prefiero decir Día del Adulto Mayor. Las Naciones Unidas ha propuesto para este año "concienciar contra la discriminación de las personas mayores". 

Tengo amigos y amigas que llevan una vida grata siendo mayores y puedo incluirme en ese grupo. Ello no quiere decir que no estemos exentos de molestias, dolores y enfermedades que provoca el desgaste de los años. Quiero imaginarme entrar a las casas donde vive una o más personas mayores que sienten el cansancio y tal vez la amargura de la declinación y de la soledad. Cierto que no se puede detener la marcha. Tampoco sentarse a esperar cada mañana que le acerquen el periódico. Para muchos todavía "hay cuerda para rato", como se dice por acá. 

Sepamos equilibrar la balanza de nuestra existencia: La llegada de los nietos puede provocarnos un miedo atroz: "Van a entrar a mi cuarto cuando a ellos se les ocurra". Pero con el tiempo se asocian con los abuelos tal vez porque presienten las mutuas vulnerabilidades y fortalezas de cada uno. Si nuestros hijos necesitan salir solos ahí está la abuela o el abuelo para hacerse cargo del nieto o la nieta. (Alguno de ellos podría hacerse cargo de nosotros más adelante). Ya no lo podemos negar: rejuvenecemos con ellos, con sus juegos y sus preguntas. "¿Por qué se caen las manzanas del árbol, abuelo?", descubriendo que el sillón que alguien nos obsequió será para más adelante.


Me gusta la gente que ha pasado los 70 y más -entre los cuales me incluyo- y pasa pendiente de los cambios que a otros agobian, que escuchan atentos las noticias, que leen y escriben aunque sea media carilla, que disfrutan de amigos y amigas, que incluso se arriesgan modificar -si es necesario- su forma de creer y de pensar superando mitos y normas, que en vez de guías han sido imposiciones dudosas. No se trata de adjurar sino de más bien de descubrir quién soy o quién eres tú porque al final "la verdad nos hará libres", recreando nuestras vidas y nuestros sueños. Ser mayor no es llegar a viejo, es simplemente ser mayor que otros y vibrar junto a la energía de otros siendo nosotros mismos.

Probablemente algún tipo de discriminación proviene de nosotros mismos, de sentirnos una carga para los demás, o cuando a algunos se les ocurre ocupar la posición de gran jefe familiar o social, siendo que en la vida somos todos discípulos, aprendices del amor y del dolor, de las certezas y de la magia, del orgullo de creer y de crecer. Mañana puedes decirle a tu nieto que te enseñe a dominar ese monstruo que se llama ordenador, porque no estás solo; somos miles los que le hemos puestos bridas y viajamos por este mundo que, sin engañarnos, tiene el gris de la corruptela y por ello es un mundo que espera mucho de nosotros, de ti y de mí, para hacerlo más fraternal y alegre. Muchos abrazos en este día y siempre.

Vicente Corrotea A.

Fotografía de la colección de Google