sábado, 18 de julio de 2020

PUNTO APARTE



Tu pasado no está perdido; Ha corrido por tus huesos y por tu sangre, entre ganancias y no ganancias, con amores o soledad. Pero si ahora has decidido empezar con tu inventario de sucesos pasados, oscuros y de cosas perdidas, es mejor que le pongas punto aparte. Y vuelve a tu cocina para hacer pan, unos emparedados ricos con unas cervezas para tu verano (yo por acá con un tinto navegado como tú debes saber prepararlo) mientras que invitas a unos amigos o amigas o a quien quieras y listo. Así te darás cuenta que hasta el tiempo que pasa  no regresa, pero los amigos están siempre ahí a la espera de tu llamado y que después esperan tu visita de vuelta. Listos para un abrazo, para conversar, reír y compartir con lealtad la vida sencilla de cada día.

Vicente Corrotea

sábado, 27 de junio de 2020

¿LA MUERTE?

Siendo mayores, con los años que llevamos,
no debiéramos sólo existir preparándonos para la muerte, 
(a veces nos asusta esta pandemia 
pues parece que camina junto a nosotros)
La invitación es tratar de vivir mucho mejor este período, 
con la compañía cálida y animosa de la familia 
preferentemente de los nietos, 
o sacando provecho a la soledad leyendo o caminando,
seas mujer u hombre.


















Pero, más importante aún, siendo éste un tiempo tuyo
hay que ensancharlo saludando a los amigos estén más cerca
o más lejos, 
recuperando sus rastros,
sus recuerdos, 
sus cumpleaños,
las bromas de un día, 
la paz de ellos recibida y que tú honraste.
Si crees que sufres mucho más que otros
pregúntate cuántas miradas de amor, alegría y esperanzas
puedes obtener en este tiempo.
No derroches las ocasiones.
Finalmente quiero señalar dos cosas que debemos cumplir
en esta época:
Buscar la belleza y cuidarnos mucho.
Te ama,

Vicente.
Fotografía tomada de Internet

miércoles, 3 de junio de 2020

AQUÍ DE NUEVO


Desde hace algún tiempo me ha aflorado una especial pasión de cronista, anotando pequeños eventos familiares, los nombres de mis amigos, adquisiciones de libros, como la fecha de compra de El Quijote en una brillante edición (tengo uno muy viejo, manchado, pequeño, diría que de indigno ropaje), mis visitas al médico, el día de la peluquería de mis perritas, y otros un poco más relevantes.

Sé que pudiera ser no deseable compartir estos detalles. Y lo que sigue tampoco. Sólo será esta vez. El motivo de mis notas se debe a que estoy perdiendo mi memoria, lo que me provoca algunos temores pues parece ser algo complicado.Visito a un sicólogo de quien me siento bien atendido. No es necesario revelar mayores detalles.

Quiero decir nada más que me siento tan unidos a todos ustedes, que este año sin escribir en blogger, he sufrido su ausencia por lo que espero hacerlo de vez en cuando.

De corazón les recomiendo que se cuiden mucho.

Abrazos a todas y a todos.

Vicente Corrotea

domingo, 16 de junio de 2019

LA FELICIDAD


Creo que la felicidad no es lo que se anuncia en propagandas 
y, a veces, apenas es clandestina, 
actúa sin protocolos acordados 
por lo que ningún dios, 
ninguna institución religiosa ni gubernamental, 
ni farmacéutica, ninguna filosofía oriental ni occidental,
ningún establecimiento bancario ni siendo dueño de alguno,
me garantizan la felicidad que declaran administrar.


Tal vez pudiera sentirla en mi alma 
apretando mi cuerpo con su cuerpo alguna noche
después de ser peregrino de mis anhelos 
habiendo vivido a fondo la jornada
compartiendo mi aceite y la porción de luz atesorada
no importando si merezco este sayal 
o espero una tela de príncipe,
ni siquiera cuando la vida me la ha regalado
en instantes o en tiempos más extendidos
no creo en la felicidad garantizada
acá ni en otra vida posible.



Vicente Corrotea A.


jueves, 30 de mayo de 2019

YO REHUYO, TÚ REHUYES ¿EL REHUYE?

Es bueno de vez en cuando recorrer el camino hacia nuestro interior, camino hacia el espíritu que hoy se desdeña. Ni siquiera podemos quedarnos solos en casa tres días para pensar, leer el libro que espera mucho tiempo, acostarnos temprano y madrugar para dar un paseo por el barrio y sentir que el aroma, distinto del convulsionado al mediodía. Nos pone nervioso el cambio.

Hemos aprendido a fascinarnos por el movimiento, y buscamos que nuestro cuerpo vaya de un lugar a otro muchas veces sin pensar demasiado o buscando asuntos novedosos que no nos alcanzan a complacernos, cumpliendo metas este año que el próximo serán otras. Es probable que aquello no esté mal pero urge conocer cómo está nuestra salud física, mental, espiritual y ética, saber a qué somos leales, si vale la pena la carrera que llevamos y, finalmente, preguntarnos con coraje ¿lo que realizo cada día, lo hago porque he creado mi propio camino que puede hacerme feliz o voy simplemente por la carretera de los demás? ¿Qué ha valido haber dejado ese amor?  ¿O cuántas novedades, alegrías, cambios, afectos, riesgos, se han desgastados en el amor construido en tanto años?  ¿O de verdad hemos cimentado juntos paz, buen humor, solidaridad, amores profundos, trabajo mancomunado, comprensión y una historia común e intensa como pareja y que de algún modo incluya a los demás?






Tal vez, sinceramente, no tenga las virtudes ni las capacidades que suelo desear para los otros u otras, digamos que estoy seguro de carecer de algunas de ellas. Entonces debería guardar discreto silencio. Sólo vale mi propio intento de trabajar por obtenerlas.

Vicente Corrotea

viernes, 10 de mayo de 2019

EL COMPAÑERO DE PAPEL


Salí a una plazuela para seguir leyendo un libro. Uno de tantos, igual que tú y que otros pero que vamos siendo menos -dicen- los que leemos y menos aún los que los compramos. 

Ahí estaba. Tenía unos cuantos. Los guardaba y los usaba uno por uno, y su disponibilidad era tan común que no la apreciaba, tal como a una tacita con la cual nos servimos un cariñoso café y que luego lavamos y guardamos y, claro, como si nada. 

Voló como una mariposa sobre los crisantemos de otoño, provocándome una desazón que casi no controlo, pero al fin ya estaba en mi mano de nuevo: Era un separador de páginas de libro, muriéndose de risa por mi esfuerzo. Uno de esos implementos que hasta puedo compararlo con el andamio de un edificio al que ayuda a terminar de construirse y, después, puedo observarlo y penetrar por sus habitaciones. Porque efectivamente un libro se termina de hacer cuando uno lo lee, después que un escritor o escritora vive la gozosa experiencia de redactar una obra para nosotros, y nos ayudamos por ese humilde brazo tan antiguo y hermoso que hace más tranquila y agradable nuestra lectura.

El libro que estoy leyendo me espera inquieto que vaya de paseo. Entonces pongo otro separador afirmado a la primera hoja, pues no deseo que el primero se vuelva mariposa y vuele atravesando algún cerco y lo pierda.

Vicente Corrotea


miércoles, 1 de mayo de 2019

ESTÁS MUY GASTADO

Entró el otoño hace unas semanas -Estoy escribiendo desde el fondo del hemisferio sur- Empieza el frío por las mañanas por lo que he comenzado con el cambio de las ropas, pantuflas, y bajando las estufas para disponerlas mejor. Es un trabajo agradable pues me gusta el orden y disfruto de las pequeñas modificaciones en el hogar. Y también la de las otras, cuando se debe usar la huincha de medir espacios y necesidades como adquirir un mueble que calce en un lugar y se vea bien y sirva fielmente. En eso estaba cuando saltó desde unas cajas gozoso a mis brazos. No dejaba de moverse. Estaba feliz. "Yo te cuidaré" me decía. "Lo pasaremos bien nuevamente. Te lo aseguro". Pero me daba pena. Hemos pasado tantas veladas juntos con uno de mis sweaters regalones que no he querido subestimarlo en los últimos otoños. "Es que estás casi raído y además, ahora, te falta un botón".


Realizo arreglos y otras composturas en casa, contrato a maestros que solucionen algunos. Me acuerdo de mi sweater y lo encuentro allí sobre el contenedor de basura, probablemente lamentando que las cosas buenas se acaben pronto. No me atrevo a darle muerte por asfixia menos aún que todavía mantiene ese color azul especial que tuvo siempre. Para mi mujer estas cuestiones son fáciles y rápidas. Por eso que la admiro y las admiro a todas de verdad. "Esta ropa vieja tiene que irse". Yo estaba mudo ante lo inevitable. Cuando vuelvo al patio mi querido sweater ya no estaba.

Vicente Corrotea

viernes, 26 de abril de 2019

TE ESPERABA, AMIGO


-¿En serio Vicente? ¿Será que tienes una pena y no has sabido tratarla? ¿O es  una broma?.
Tontos. Claro, a la gente no le gusta que alguien sea diferente ni que piense distinto. A ese lo pueden creen peligroso, y con tres pasos más adelante podría ser un terrorista. 
-Sería bueno que fueras al médico pues te ves nervioso. ¿Te duele algo tal vez? Algunas preocupaciones no nos dejan ver claro. 
-El otro día vi a Vicente observando a los árboles y hablando con los perros. ¡Es cierto!
Miro hacia afuera del café. Me quedo porque hay en el grupo una amiga que me quiere mucho y que está tan incómoda como yo. Me sería fácil pararme e irme. Me doy cuenta que mis amigos no pretenden ofenderme ni menos crearme problemas. Pero han sido intolerantes en sus bromas. Creo que soy yo quien tiene un cierto control pues todo este barullo no es más que una mofa y son ellos los que empiezan a sentir molestias pero no terminan.
-Mira que afirmar que gusta más del otoño que la primavera es poseer una visión desacertada, mañosa. Es como desatender la belleza y el encanto de la primavera.
-Ya córtenla con Vicente (aparece mi amiga), que no ha hecho otra cosa que dar su propia opinión.

Eso había hecho, sólo dar mi opinión en una conversación entre amigos que se convirtió poco a poco en desagradable, aunque nadie se propuso molestarme de esa manera.



De verdad siento que el otoño se vive íntimamente, por dentro y mejor con aquellos que amamos. Es un tiempo de reflexión y de ir finiquitando esos asuntos todavía pendientes, tal como los árboles que se desprenden de sus hojas con las que han vivido un siclo completo y se preparan para otro. El otoño nos invita a soltar las rutinas, algunas ideas, sabores, paisajes, tal vez ciertos horarios, y la misma estabilidad que nos gusta a los mayores, aunque puede ser buena puede amarrarnos al suelo y al tiempo. La estación de las hojas y del viento puede ayudarnos a confiar en las transformaciones de la vida con profunda confianza.



Abrazar el otoño no significa que ignore a las otras estaciones, al contrario. Reconozco que la lenta danza anual las hace a todas, una por una, hermosas amigas que siempre brindarán alegría a nuestra alma. Pero, ojalá no se enfaden, sigo amando preferentemente el otoño.

Vicente Corrotea

lunes, 25 de marzo de 2019

NO ESTOY PARA ESO


Me entristece que tantas familias no comparten como antes
sus recetas, sus eventos y sus cuitas,
y se ven separadas como islas de muelles brumosos.
Me atormenta que los jóvenes
disputen el asiento con los mayores y minusválidos en el Metro.
¿Acaso la cortesía no nos fue enseñada cuando niños
como una regla que se debe guardar inquebrantablemente?
¿O también es relativo para algunos como se cumplen las leyes?
¿Qué diría don Moisés si pudiera aparecer?


Pero -hablando bien las cosas- los mayores también la llevamos
cuando nos ponemos a hablar de los tiempos aquellos,
y que por supuesto para algunos qué hermoso fue todo,
o cuando contamos con nuestro lenguaje 
el mismo par de historias
que ya conocen de memoria
los nietos y sus amigos.
Creo que es una obligación nuestra
transitar con ideas recientes,
hablar de teatro y de escritores nuevos,
del último paseo al que fuimos
del que terminé por la noche riéndome de tantas bromas.

O sea, estamos perdiendo la magia de continuar aprendiendo,
de mirar, de leer, de gozar, de reír, de luchar y creer,
pretendiendo que nuestros años "ya no están para eso".
¿Qué será "no estar para eso"?
¿Nos sentimos heridos en este campo de batalla de la vida
y buscamos que nos devuelvan a casa como veteranos de guerra?
¿Será, tal vez, guardar la botella de vino cuando vengan otros amigos
y no compartirla con los que ahora han llegado a vernos?



Apreciada amiga,
Apreciado amigo:
Es probable que haya sido atrevido en esta entrada pero lejos ha sido mi intención de serlo.
Termino diciendo que busquemos llevar una vida tranquila y seguir construyéndola sin correr al Metro, sin desgañitarse en el banco o en el supermercado porque están llenos; No nos hace bien. Busquemos otro día u otro horario temprano. 
Preocupémonos  ciertamente de lo que pasa a nuestro lado: de los natalicios y de los nuevos padres, de los enfermos, de los escolares. Y también de tu corte de cabello, de los colores afines en tu ropa de vestir pues nos obliga ese poquito de vanidad para los demás.

Vicente Corrotea


miércoles, 13 de marzo de 2019

NUESTRO ANIVERSARIO


Me elevo
desde tus pies,
testigos de nortes y odiseas,
buscando con mi lengua y mi alfanje
el feliz destino
en tu ánfora rosada
entre dos pilares
protegida,
sin conjuros ni dioses,
solo con unos versos 
que rememoro
en silencio.

Confiesas
que el céfiro constante
y la ventisca
han menguado
algunas hojas
de este verano.
No eres roca impasible
castigada por el oleaje sin fin, digo,
sino carne y fruto derramados
en el paso de cada jornada.

Tendidos bajo la noche de inmenso misterio
recorremos sin palabras el pasado, 
historias pausadas
a veces cargada de aventuras y esperas, 
buscando la lluvia atrevida
más que a la luna tranquila.
Con nuestras emociones vibrando
vuelvo a estacionarme en tu huerto escondido
sintiendo cómo asciende la noche
en su reguero de estrellas,
acogiendo la madrugada
mi renovada existencia.

Vicente Corrotea A.
Imagen tomada de Google


En un día 13 de marzo hace 43 años Lucía Eliana y yo celebramos nuestro matrimonio, un día soleado como ahora. Era un tiempo radiante, lleno de ideas, proyectos y emociones. 
Tenemos todo lo que necesitamos. Es probable que mi única ambición sea dejar mi trabajo que merece de ciertas obligaciones y dedicarme a otras más personales y gratas. Pero su remuneración es todavía muy útil para nuestro presupuesto. 
En fin, me he detenido acá porque les guardo el cariño que se desarrolla con la comunicación sincera, la misma que me hace compartir este momento con ustedes.
Vicente.


lunes, 4 de febrero de 2019

¿AMIGOS?

Los vi en la avenida cercana a mi casa. Los he visto mil veces repartidos en muchos sitios cargando su hambre trasnochada y su corazón apretado de sumisión o de rabia reprimida. Por sus ojos descubro el maldito designio de seguir creyendo en las manos de hombres y mujeres que a ellos o a sus padres los dejaron abandonados en la calle, sobreviviendo a bocinazos, frenadas e insultos. Nadie sabe cuántos son atropellados esperando que otro automóvil le otorgue el golpe de gracia.

Eran orgullosos de su familia, en esa patria vasta en llanos y praderas. ¿Cómo hicieron pacto de obediencia con el humano utilitarista? ¿Cómo se fueron convirtiendo de lobos libres en sumisos perros sin territorio? Nunca intuyeron en una traición cuando, poco a poco, fueron abandonando sus frescas llanuras por estas plataformas ahora de cemento.



Para muchas almas sencillas y mayores que esperan aún un cambio en sus vidas, puede ser ésta la ocasión, pues los perros vagabundos esperan cuidar y amar a una familia que los acoja. Mientras tanto, anhelan la suerte de un trozo alimenticio entre sus dientes de escasa labor o, por lo menos, disfrutar de una caricia de esas que se resisten a olvidar.

Vicente Corrotea
Foto tomada de Google

sábado, 5 de enero de 2019

MI SEÑORA ME MANDA

Cuando se viaja todos los días en el Metro se conocen algunas personas a las cuales saludo con una venia o con un apretón de manos. Algunos son conversadores. Uno de estos últimos venía nervioso una noche. 
_Me gustaría hablar con usted . 
Realmente las veces que habíamos conversado demostraba una especial confianza. Volvía a mi casa con una pesada carga de sueño, sin embargo lo veía mirándome de soslayo. No se atrevía a insistir. De repente dice: 
_Mi señora me manda. 
El tema no era para ser tratado allí en el Metro. Pensé que era una chifladura que pronto subestimaría pero ví en sus ojos su pregunta que volví a escucharla con sencillez y dignidad. 
_¿Qué le manda a hacer? 
Me habló que le hacía barrer el patio de su casa y a poner la ropa mojada en los tendederos. Como no vivían separados le hice notar que el patio y la ropa era de los dos por lo que la limpieza era responsabilidad de ambos. Me respondió diciendo que él podría dar vuelta el colchón que ocupaban pero eso de cambiar las sábanas era cosa de mujeres. 

_¿Está seguro de lo que dice?
(Con una seña que él entendió nos bajamos del Metro para seguir conversando en la estación.) 

_Bueno, no estoy seguro, seguro, pero nunca lo he hecho en mi vida y las cosas tienen que seguir como han estado. Además, me sentiría mal pues mis amigos no lo hacen. Ellos nunca barren pero sacan la basura, riegan el jardín y pasean con su perro. 
La conversación la interrumpió un vendedor de hand rolls y nos servimos un rato. La plática se relajó comiendo nuestro sandwich. Se creó un mayor grado de amistad y nos dijimos nuestro nombre. 

_¿Le ha disgustado que abordara este tema con usted?. 
Le dije que no se preocupara y vino mi andanada: Le pregunté que cuánto hacía que sus hijos se habían marchado de casa. Eran dos mujeres que con su madre hacían un trío que mantenían brillante su casa hasta que en un poco tiempo dos varones eligieron a cada una de sus hijas de 25 años la mayor y 23 la menor. En un plazo de un par de años de proyectos, compras y elecciones de casa Omar y su mujer habían quedados solos. 



Esperé que Omar dejara de tener apretada su pena y en un suspiro pareció que salía por sus poros. Le fui demostrando que él y yo teníamos asuntos comunes, una historia que nos definía como gente esforzada y criteriosa. Que casarnos había sido un tremendo cambio en nuestras vidas cuando, poco a poco, fuimos adquiriendo las cosas que disfrutábamos. Que el embarazo de nuestras señoras y el nacimiento de los hijos deseáramos que fuera perfecto. Que había que lavar una gran cantidad de pañales de género (tuve dos bebés seguidos) pues no se inventaban los actuales. Omar, riéndose, recordaba que tuvo a una cuñada que ayudaba a su mujer.



Todos estos detalles expuestos fueron para enseñarle a mi nuevo amigo que ahora volvían a estar juntos y solos como antes y que debía asumir que éste era otro cambio. 

Han quedado solos , le dije, y su señora está llevando la parte más difícil, y se da cuenta que usted no ha entendido nada y eso le duele mucho, y no se lo dice porque espera que usted tome la iniciativa.
Mirando el suelo dice lamentando: Me costará cambiar la visión de las cosas... A veces me siento solo y no sé dónde estar más cómodo en casa. En mi empresa me siento más importante y casi necesario. 


_¿Le hago un pregunta con franqueza pero con harta franqueza?

_Por Dios, pregunte no más.
_¿Usted ama de verdad a su esposa?
_Claro que la amo. Es algo que lo que estoy muy seguro.
_Se trata que usted ha seguido trabajando y eso está bien y se siente bien, pero su mujer está sola y, además, su vida ha cambiado mucho con un trabajo que se ha multiplicado. Ella tenía dos hijas que preocupaban de ella, del aseo, a lo mejor de pintar la casa, de comprarle ropa y zapatos, de su maquillaje. Ahora eso es asunto suyo que se aprende y se realiza cuando hay amor. Tengo que decirle que su señora merece más atenciones, más afectos, salir al cine, ir a comer. Debe aprender a guardar ahorros para alguna emergencia o futuras adquisiciones pero siempre deben estar disponibles para los pequeños y grandes momentos felices con su señora. En cuanto a su casa hay muchas cosas que hacer en ella. Vaya anotando de a poco lo que haya que hacer, y en un calendario anote sus turnos y trabajos extras pues así ella sabrá algo que usted nunca le dijo. Demuestre que las labores de ella son muy  importante: Métase en la cocina y ofrezca ayuda, limpie el piso, barra el patio y el antejardín. Acompáñela a la feria donde se aprende mucho incorporando nuevos sabores y olores. La clave es hacer todo muy contento. Y de vez en cuando llévele un ramo de flores. No, de la feria no. Llévele flores que usted escogió para ella y en esa ocasión no lleve nada más que sus flores. ¿Nunca le ha regalado flores?. Tiene entonces mucha vida para pasarlo bien con su señora.



Corrimos al darnos cuenta que era el último tren el que venía. Omar se sentó como hundido. Eran muchas las reconvenciones recibidas.
Me paré porque bajaba primero ofreciéndole mi mano como despedida. 
_Siento que usted me ha ayudado a abrir la puerta de mi propia casa. Gracias. 


Nos dimos un buen abrazo.



Vicente Corrotea




domingo, 23 de diciembre de 2018

EL JUEZ INCULPADO

Un día se presentó la policía en la oficina portando una demanda en contra del juez pues la mujer que realiza las labores domésticas en su casa, desde las 09:30 en punto hasta las 17:00 horas, ha descubierto que su patrón, entusiasta obstinado del juego llamado sudoku, ha hecho trampas, pues, al no poder completar algunos juegos, tal vez más difíciles que otros, había escudriñado en las páginas finales los resultados de las soluciones 36, 39, 41 y 76, lo que se consideró un abuso y quizás un acto de corrupción. Lo había sabido pues la revista de sudoku, que ignoraba ella dónde la guardaba, la encontró bajo la mesita de arrimo, o sea pudo hacer trampas también en otras ocasiones, pues se observaban otros signos en otras páginas.


El Juez Mayor pensó que la mujer exageraba la situación pero que, sin embargo, la corrupción podía entrar cuando las puertas quedaban abiertas. O cuando los padres y los mismos jueces no ejercían toda su autoridad para imponer la justicia incluso sobre las leyes, tantas veces confeccionadas con premura entre tazas de café y galletas. Pero tenía la seguridad que terminando este siglo 20 podría pasar en pueblos pequeños como el suyo, como decía el libro que estaba leyendo.



El Juez Mayor estuvo meditando el castigo que debía darle al juez, el más leal a su profesión en toda su provincia, el cual, después del fallecimiento de su esposa, nunca había salido por alguna noche a pasar un rato con sus amigos. Entonces se le ocurrió castigar a su juez subalterno a una pena de tres meses de reclusión nocturna domiciliaria que empezó a cumplir de inmediato. Mientras el juez denunciado cumplía con el castigo éste, por su parte, perdonó a la mujer que le atendía y le permitió que siguiera trabajando en su casa, pues llegó a considerar que al acusarlo sólo había cumplido con su deber. La sirvienta aunque pensando que hacía lo correcto sabía que con ello perdería su trabajo que hacía con esmero. Al saber que seguiría trabajando se ofreció para atenderlo desde el desayuno cada día para lo cual llegaba más temprano. Tuvo entonces que aprender los detalles de una rutina selecta para cada día de la semana. Para el lunes era cierto tipo de café fuerte pues ese día le costaba un poco más levantarse. Lo acompañaba con una porción de maníes seleccionados, un plátano cubierto de miel y, después de diez y quince minutos, terminaba con una infusión de hierbas que lo relajaba. Todo aquello iba junto de unas seis galletas con semillas que se conseguía en la capital. Y así cada día de la semana tenía su propio menú con sus proporciones estables. El Juez Mayor tuvo conocimiento del compromiso que la mujer había tomado con su jefe por no haberla despedido, y se alegró de no darle alguna lección pues le bastaba con dicha adhesión. 

Había pasado el tiempo en que la colaboradora llegaba a las 09:30 de la mañana cuando el juez se marchaba justo a la misma hora. Ambos se saludaban en la puerta. Lucrecia sabía que si tenía alguna novedad su patrón ya le había dejado un mensaje sobre un platito galletero, el último de un juego que él apreciaba. Pero las rutinas habían cambiado. Ahora ambos conversaban en un tiempo precioso para ambos. Al principio fueron los detalles de los desayunos y, poco a poco, aparecieron pormenores de la vida de cada uno y alguna sonrisa. El juez se llevaba alguna pequeña confesión de Lucrecia y descubría que se iba sintiendo mejor abrir su corazón cerrado ya tanto tiempo. Se preguntaba porqué había dejado continuar a su servicio a Lucrecia si lo había acusado a la autoridad y él mismo se respondía: Porque ella es una persona íntegra. Incluso la fue descubriendo como educada, fina y criteriosa. En uno de esos días hablaron de música selecta -aunque pudo pensar que no sería un tema para su colaboradora- y él le dijo que le gustaba mucho las composiciones de Gustav Mahler, especialmente el 2° Concierto. Ella le respondió que prefería a Edvard Grieg, siendo su favorito. Entonces él se propuso escuchar con más atención a Grieg para descubrir qué habría en el corazón de Lucrecia.


Un día, al restaurante el juez no llegó a la hora como lo hacía toda su vida de viudo. Enviaron al mozo mejor preparado a la oficina donde pudiera haberle pasado algún percance. Se había marchado a la hora de costumbre, le dijeron. El dueño del restorán era uno de sus amigos y se encaminó hacia la casa del juez, pues estaría enfermo y no tendría quien lo atendiera. Advirtió, al acercarse, que el alto volumen de la música en el barrio molestaría a su amigo, ¡pero la música provenía de su casa grande y señorial! Precisamente de su equipo de sonido que había permanecido cubierto todos esos años de un tapete, y el tapete de polvo y soledad.



El juez, que mediaba las causas más difíciles, se mostraba a su amigo desde un altillo de la casa con una cara que saboreaba las semanas que habían pasado tan rápidas como desafiantes. Lucrecia, que vestía con un atuendo sencillo pero de gran gusto, sintonizaba con los atavíos de la casa. En realidad se veía hermosa y muy digna. Entre ambos habían preparado el almuerzo y les había parecido divertido y estimulante.

-"He perdido a mi ayudante pues Lucrecia ahora es mi amiga. No he podido convencerla que se quede en mi casa. Le he dicho que se venga con su madre y tampoco. Creo que me he puesto viejo y mañoso. Bien, esperaré".
-"Todo a su tiempo, amigo. No se apura a la primavera. Y cuando llega es admirable".
-"Oye ¿Cómo es la música de Edvard Grieg? ¿La conoces?".
-"No mucho. Sé que es muy hermosa, romántica, dulce... Y muy apegada a su país, a su música y a sus danzas".


Pasaron los juicios en aquel pueblo y sus contornos, la mayoría de los casos cerrados eran asuntos familiares, especialmente de herencias. El invierno mientras tanto había sido especialmente frío pero los aromos prometían bellos colores y grandes promesas en primavera, que los habitantes ya habían previstos. Sentíase un ambiente festivo en la plaza, alegría en las calles angostas para que todos se saluden con sus nombres y recordaran sus historias pequeñas. Hasta el sol sonreía porque  también sabía que el Señor Juez dejaría de ser viudo y la Srta. Lucrecia abandonaría su soltería.



Vicente Corrotea





P.S. Aunque me encuentro al borde entre el remanente de mi fe y mi espíritu gnóstico, quiero hacer un recuerdo de la biblia que dice que el Reino de Dios es de paz, justicia y gozo. Serían mis propios factores del cuento al cual llegaría después de leerlo. Pero más, es mi deseo profundo que estas fiestas sean para ti de paz, justicia y gozo en tu corazón y en la perspectiva de tu vida prolongada cada día del año. Felicidades.




viernes, 9 de noviembre de 2018

ADIÓS, AMIGO

Sin dramas, con la pena que haya pasado tal acontecimiento aunque ya lo esperábamos, se marchó como si una nube se lo hubiera llevado. "Se fue al cielo de los perritos", comentó mi hijo. Y guardó silencio tal vez porque se sintió niño al decirlo y ahora le dolía el corazón de no serlo.

El asunto es que nuestro guardián -Raco- ya estaba muy decaído y mermado su ánimo por lo que llamamos a su médico. "Todavía puede vivir unos cuantos meses si lo sometemos a un cuidado especial en mi clínica. Así se reanimará". Pero Raco, sufriendo con un destino de días de 24 horas dolorosas, sin poder escuchar ni oler, buscando el frescor de nuestras cerámicas para desalentar su fiebre y nosotros sin escuchar sus ladridos cuando alguien regresaba a casa, era todo un suplicio. "Si sigue enfermo le ponemos una inyección para que descanse". había dicho el veterinario. Se retiró prometiendo otra visita en tres días. Pero al día siguiente por la mañana Raco no se levantó. Lo acaricié hasta que mis rodillas me reclamaron. Levemente hizo un movimiento que me pareció a despedida. Ambos nos amábamos y sentíamos el peso enorme de la inevitable separación. "No llores, viejo. La pasé muy bien con ustedes". pareció decirme."¿Y tú te acuerdas el homenaje que hacías cuando me esperabas en el jardín y armabas tu escandalera a mi regreso?".


                                    Foto de mi perro Raco

Fue el 17 de setiembre a las 16:30 horas. En la noche hicimos el entierro del Raco en el jardín de nuestro patio, jardín que estamos remozando. (Todavía llevo una uña oscura por una palada mal dirigida). Hasta ahora no poseía el ánimo de dar esta noticia la que fui aplazando. Nuestro perro fue como lo son nuestras dos perritas, Isadora y Kiki: parte de una familia, ellas siendo sólo caninas y nosotros sólo seres humanos.

Adiós, Raco. Aún te echamos de menos. Agradecemos tu compañía y dedicación.

Vicente Corrotea

viernes, 26 de octubre de 2018

EL HOMBRE DEL CUADERNO

A nadie llamaba la atención cuando paseaba por el invierno con su ropa gris y una cojera empedernida. Iba en dirección contraria y noté algo muy singular sencillamente porque no lo esperaba encontrar en él: portaba un cuaderno cuyas gruesas tapas permiten escribir más cómodo y capturar mejor las imágenes sobre el papel. Lo llevaba en su mano izquierda, cerca del corazón, como algo muy valioso. Seguro, entonces, que tendría un lápiz para correrlo por el papel fijando los recuerdos probablemente los de una mujer. Se sentó en un escaño de la plaza algo separado de los niños buscando menos bulla. Me pareció que al preparar su cuaderno y su lápiz esbozaba una sonrisa, una especie de epifanía que sentimos los que logramos comenzar a escribir eso que viene de nuestro esfuerzo constante y de un pedazo de don, tan noble que a veces lo pienso  hermoso como hacer una cuna.





Cuando pasé por su lado decidí sentarme en su mismo escaño al otro lado de donde se había ubicado. Sentía algo de recato al hacerlo. Se sobresaltó probablemente por estar acostumbrado a que la gente lo rehuyera. Su mirada circulaba entre su cuaderno y yo. Por mi parte siempre salgo con mi libreta que encaja bien en mi bolsillo. Al proponerme escribir algunas líneas, el hombre recibió un rayo de energía y se volvió decidido a mí.
_"¿Usted escribe, señor?".
Fue un dardo directo y de buena puntería.
_"Sí, casi siempre".
_"Mire, yo tengo mis libros y cuadernos sin embargo encontré éste que perteneció a un estudiante de química. Casi lloré cuando lo recogí pues soy o fui profesor de química, y por lo que sé un buen maestro. Se preguntará cómo ando desarreglado y de un lugar a otro... ¡Oh, perdone el abuso de confianza! ¿Puedo contárselo? Bien. Gracias. Eramos mi mujer, mi hija y yo una familia realmente feliz. Un día viajábamos por la costa cuando un coche más grande aparece por la bajada, se cruza con nuestro auto y nos tira por un roquerío abajo. Cuando volví en mí me informaron que mi esposa y mi hija se encontraban mejor. Fue un alivio infinito. Tenía una grave quebradura en un pierna y varias costillas rotas. No soportaba no ver a mis tesoros. Un día mi hermano me confesó que mi esposa y mi hija habían muerto en el mismo lugar del accidente. Tal vez no lo entienda pero desde ese día me siento un cobarde por no haber sido capaz de suicidarme. Estuve un tiempo en una clínica viviendo de calmantes que no servían de nada y me he encontrado mejor andando por calles y plazas sin ánimo de mejorar mi apariencia. No he sabido llevar una vida normal. De vez en cuando voy a ver a la sobrina favorita que era de mi esposa. Llego tarde a su casa, me alimento un poco, me cambio ropa, le reparo alguna cosa que necesite y vuelvo a la calle... He invadido su espacio, señor, y me siento avergonzado. Esta conversación no la he tenido en años. Usted sabe que la gente no quiere saber de fracasos ni de fracasados. Gracias.¿Sabe? Me gustaría conocer su opinión, por favor."

Me pareció que su rostro volvía a ser de carne y que su mirada ya no era de ausencias. En realidad, no quería decir algo que una persona inteligente como él esperaría escuchar.

_"Creo que anda por las calles con sus ropas deterioradas, dando cada paso que pisa sobre una culpa que no tiene. Su sufrimiento ha sido indudablemente grandioso y nadie tiene solución para él salvo usted mismo. Vaya a vivir con su sobrina; creo que ella también lo necesita. Y lo que debe volver hacer son sus clases de química".

"Ya lo sé, iré a casa de mi sobrina.  He querido molestarla lo menos posible porque en realidad ella también ha quedado viviendo sola.
Tal vez se convierta en mi hija, pero lo cierto es que se acabará mi invierno cuando empiece con mis clases".

Vicente Corrotea
Fotografía tomada de Google