En el principio era la nebulosa,
una constelación lejana
que se dibujaba en mis retinas.
Un día cayó en mi patio
una treintena de estrellas
que se convirtieron
en plantas de fisonomía diversa
formando un jardín en movimiento
pues se unían y separaban
en novísima danza.
Si eran estrellas, pájaros o flores,
si eran creadas por dioses
o delicadas manos humanas
en lejanas jornadas de la historia
o si las hizo el rocío de la madrugada
no lo sabía ni me importaba.
Estaban allí
quietas ahora sobre el papel,
y mi madre sabía descifrarlas
y amarlas.
A mis cinco años
mamá llamaba por sus nombres
a esos signos misteriosos
que siempre estaban disponibles
ordenados en miles de alas de papel.
Ella observaba esos trazos
que ya tenían nombres
desde tiempos remotos.
Estas son letras, hijo, que se ordenan
para formar palabras
que te darán conocimiento, sabiduría y regocijo.
Sabrás de la vida como de la muerte,
de la belleza y la oscuridad,
del amor y el sufrimiento,
y otorgarán claridad a tus emociones.
Querrás deslizarte
hasta el fondo de tu existencia
o penetrar en el corazón de los otros
para dar luz o enseñar a descubrirla.
Estarán en tus verdades o en tus sospechas,
cuando abraces o desconfíes.
Al marcharse mi madre
leí sus cartas nuevamente
-algunas de pálido semblante-
enviadas por correo:
No tengo nada que dejarte
-me dice en su última misiva-
sólo los libros del mundo.
Autor: Vicente Corrotea
Imagen tomada de la colección de Google.
una constelación lejana
que se dibujaba en mis retinas.
Un día cayó en mi patio
una treintena de estrellas
que se convirtieron
en plantas de fisonomía diversa
formando un jardín en movimiento
pues se unían y separaban
en novísima danza.
Si eran estrellas, pájaros o flores,
si eran creadas por dioses
o delicadas manos humanas
en lejanas jornadas de la historia
o si las hizo el rocío de la madrugada
no lo sabía ni me importaba.
Estaban allí
quietas ahora sobre el papel,
y mi madre sabía descifrarlas
y amarlas.
A mis cinco años
mamá llamaba por sus nombres
a esos signos misteriosos
que siempre estaban disponibles
ordenados en miles de alas de papel.
Ella observaba esos trazos
que ya tenían nombres
desde tiempos remotos.
Estas son letras, hijo, que se ordenan
para formar palabras
que te darán conocimiento, sabiduría y regocijo.
Sabrás de la vida como de la muerte,
de la belleza y la oscuridad,
del amor y el sufrimiento,
y otorgarán claridad a tus emociones.
Querrás deslizarte
hasta el fondo de tu existencia
o penetrar en el corazón de los otros
para dar luz o enseñar a descubrirla.
Estarán en tus verdades o en tus sospechas,
cuando abraces o desconfíes.
Al marcharse mi madre
leí sus cartas nuevamente
-algunas de pálido semblante-
enviadas por correo:
No tengo nada que dejarte
-me dice en su última misiva-
sólo los libros del mundo.
Autor: Vicente Corrotea
Imagen tomada de la colección de Google.
Como sempre. A vida sob um olhar poético.
ResponderEliminarUm abraço, desde o Brasil.
Gracias, Juraci, por llegar a este blog. Abrazos.
EliminarBello y sabio regalo te dejo al partir
ResponderEliminarCariños
Que tengas un tiempo de mucho descanso y buena lectura, sin que te falte la buena compañía y los afectos. Abrazos.
EliminarMaravillosas letras de recuerdos, y precioso legado.
ResponderEliminarMuy poética la primera estrofa.
Un placer leerte, y gracias por tu paso.
Un saludo.
Me he detenido para seguirte. Nos encontraremos nuevamente.
EliminarAbrazos.
Hola Vicente, en primer lugar mis disculpas, porque solo ahora puedo contestar los comentarios ya que tenía problemas con bloguer.
ResponderEliminarTu sabia madre dejó en ti un gran regalo, que solo descubrimos cuando estamos preparados para recibir y sentir. Los libros son la belleza de la vida y también hablan de sus sombras y pesares.
Un gran abrazo.
Y mejor si los libros son de papel. Internet es un gran aporte en las comunicaciones modernas incluso para los lectores, pero personalmente prefiero elegir libros nuevos o pasear buscando en las librerías de libros usados. Abrazos.
EliminarAfortunados somos los que tuvimos madres amantes de los libros y las lecturas, mi primer libro me lo regaló ella, mi madre, con ello me ayudó a afrontar todas las vicisitudes de la vida, a ser inquieta, curiosa, a intentar comprender al distinto a mi...la mejor herencia. Precioso tu relato Vicente.
ResponderEliminarFui de aquellos que no tuvo el privilegio de la educación 0-6, porque no existía. A los seis años llegué al colegio con la preparación dada por mi madre. Su primera herencia. Gracias por tu compañía.
EliminarQué afortunado eres, Vicente, que tu madre te dejó todos los libros del mundo. Yo siempre les he dicho a mis tres hijos que mi herencia la van a encontrar del pellejo para dentro. No tengo otra. Gracias por tus palabras y un abrazo
ResponderEliminarSin embargo, Antonio, ese ha sido también mi infortunio pues no he leído ni leo lo suficiente para mí. Es bueno que digas lo que le vas a dejar a tus hijos, yo no sé todavía. Abrazos.
EliminarPues te dejó un gran tesoro,sin duda.
ResponderEliminarEmocionante poema Vicente.Un placer pasar por tu blog.
Saludos
Tu Antología ya he pasado a mis favoritos. Escribes bien y agrada leerte. Para cuando tengas tiempo podrías ubicar otros dos blogs míos. Estamos leyéndonos.
EliminarLa mejor herencia te dejó, nada puede superarla, es una verdadera fortuna. Me ha gustado la forma como vas llevándonos hasta el grato final del poema.
ResponderEliminarAbrazos.
También, con tu última obra, nos sorprendiste con tus versos. Y no lo tomes como una lisonja. Es verdad.
EliminarUn abrazo, amigo.