miércoles, 30 de mayo de 2018

MI FAMILIA MENOR

Como un ánima tranquila y humilde -de esas que cuidan las flores de los jardines y el sueño de las semillas- llegó un frío día de invierno. Vestía traje de peregrina y con aromas de viento cordillerano. A nueva casa llegaba y pensamos en un nombre para ella pero se optó por el que ya tenía desde hacía tres años: Kiki, y así siguió llamándose.  

En su anterior hogar quedaba sola cada mañana al salir todos sus moradores. Alguien se encargaba de dejarle agua y comida con un "hasta la noche, Kiki". Pero el trabajo de cada uno y el de la casa al volver es que la perrita pasaba desapercibida al regreso de sus dueños. Ella sospechaba que no era tan importante como esos otros perritos que salían de paseo cada tarde con sus amos. Pero, en fin, para ella ese era su pequeño mundo que aceptaba como perrita poodle.  



De cómo llegó a nuestra casa es algo que ella no quiere que se divulgue, por lo menos por ahora. Sólo diré que la trajo mi hijo un 16 de Julio. A los pocos días visitó a un doctor veterinario quien la encontró de buena salud y que se mantenía señorita. La otra obligada visita fue a la peluquería que, regidos por un ceremonial instituido desde ese día por mi mujer, fuimos a la peluquería donde hubo mayor rigor: Baño, limpieza y corte de uñas, estudio de estilo, etc. (Debo confesar que mi fondo natural que conservo se resiste a la cultura de la apariencia y no me adhiero a los cambios a que son sometidas las mascotas). Después de discutir pompones, cortes y demases, dejamos a nuestra pequeña sujeta por unos humillantes arneses. Nos mira marcharnos. "¿Tan pronto me reciben, tan pronto me abandonan?", pareció que nos decía. 

Cuando volvemos a la peluquería salimos con prisa y emoción. Nos miramos y reímos y concluimos que no era para tanto, que era sólo nuestra perrita. Pero no encontramos a Kiki. Miro a la experta que sonríe con algo de mefistofélica y la suelta, entre varios canes de distintas razas, feliz de vernos. Apareció una perrita glácil y elegante, envuelta apenas en su pudor, orejas de nubes, colita terminada en un pompón. Echaba de menos su abrigo de piel de oveja de la Patagonia.



Tengo un motivo más para apurar mi paso de vuelta a casa. Es la Kiki. Como ha pasado el tiempo ella se convirtió en una dama apreciada por hermosos canes, pero había aprendido que el amor es algo serio y responsable y los piropos que escuchaba desde las casas, por donde pasábamos en nuestro paseo diario, no eran atendidos. Un día llegamos cerca de mi peluquería decidiendo solicitar hora de atención personalmente y no por teléfono. Allí el Gaspy (Gaspar) su perrito y la Kiki se conocieron y se amaron, de tal forma que el matrimonio peluquero y nosotros tuvimos una reunión y nos pusimos de acuerdo en el que los afectos fructificaran en una próxima época de celos como Dios manda.

Así nacieron tres perritos: Un filósofo, un romántico y una loca. Como siempre he querido serlo nos quedamos con la Isa (Isadora) la loca más divertida, la que me cuenta todo lo que ha pasado en casa, bueno, a su manera. 

De la Isa escribiré otro día. Trataré de hacer un trabajo serio o 
moriré de la risa.

Vicente Corrotea

miércoles, 9 de mayo de 2018

LA RECETA

En este día que me has dado
quisiera orar como lo hacía de joven
pero he perdido el fervor y la confianza.
Tú sabes que mi fe se ha ido modelando 
justo cuando te he buscado
entre el sol y la noche,
entre el quehacer y la reflexión
aunque siento que mis brazos están mejor dispuestos 
para abrazar y mi corazón para escuchar.

Sé que mis cuerdas, Dios, aún vibran 
con la melodía del planeta
y no niego mis herramientas para construir con otros
ni los plazos que deben cumplirse.

No he perdido mi juventud
sino, convertida en fruto maduro,
puedo concurrir al convite
acompañado de mis amigos
al compás de libros, ideas, bromas y recuerdos.
Mis piernas demoran más 
y me cuesta encontrar mis lentes.
Ya sabes, un poco de eso que no saben mis amigos.













Pero soy feliz cuando cada día
después de mi jornada 
tengo más ganas de regresar a casa
y estar en la cocina
con quien hace más de cuarenta años,
entre coloquios y recuerdos,
nos llevamos bien probando la mejor receta.

Vicente Corrotea
Fotografía tomada de Google