viernes, 9 de noviembre de 2018

ADIÓS, AMIGO

Sin dramas, con la pena que haya pasado tal acontecimiento aunque ya lo esperábamos, se marchó como si una nube se lo hubiera llevado. "Se fue al cielo de los perritos", comentó mi hijo. Y guardó silencio tal vez porque se sintió niño al decirlo y ahora le dolía el corazón de no serlo.

El asunto es que nuestro guardián -Raco- ya estaba muy decaído y mermado su ánimo por lo que llamamos a su médico. "Todavía puede vivir unos cuantos meses si lo sometemos a un cuidado especial en mi clínica. Así se reanimará". Pero Raco, sufriendo con un destino de días de 24 horas dolorosas, sin poder escuchar ni oler, buscando el frescor de nuestras cerámicas para desalentar su fiebre y nosotros sin escuchar sus ladridos cuando alguien regresaba a casa, era todo un suplicio. "Si sigue enfermo le ponemos una inyección para que descanse". había dicho el veterinario. Se retiró prometiendo otra visita en tres días. Pero al día siguiente por la mañana Raco no se levantó. Lo acaricié hasta que mis rodillas me reclamaron. Levemente hizo un movimiento que me pareció a despedida. Ambos nos amábamos y sentíamos el peso enorme de la inevitable separación. "No llores, viejo. La pasé muy bien con ustedes". pareció decirme."¿Y tú te acuerdas el homenaje que hacías cuando me esperabas en el jardín y armabas tu escandalera a mi regreso?".


                                    Foto de mi perro Raco

Fue el 17 de setiembre a las 16:30 horas. En la noche hicimos el entierro del Raco en el jardín de nuestro patio, jardín que estamos remozando. (Todavía llevo una uña oscura por una palada mal dirigida). Hasta ahora no poseía el ánimo de dar esta noticia la que fui aplazando. Nuestro perro fue como lo son nuestras dos perritas, Isadora y Kiki: parte de una familia, ellas siendo sólo caninas y nosotros sólo seres humanos.

Adiós, Raco. Aún te echamos de menos. Agradecemos tu compañía y dedicación.

Vicente Corrotea