martes, 31 de julio de 2018

NO QUIERO SER

No quiero ser un tipo conformista, que arriesga muy poco, que ríe porque no ríe, que cuenta contento el dinero que ahorró porque no aceptó salir a comer unos tacos con los amigos. 

No quiero tener ese espíritu religioso de algunos que evitan mirar la belleza femenina porque creen estar cometiendo alguna falta contra algún designio que lo prohíbe y que induce a la infidelidad.

No quiero ser soldado en tiempo de paz (¿de qué paz?) que se levanta diez para las cinco y se cuadra a los pies de la cama, justo antes de ducharse con agua fría.

No quiero ser como aquellos que sostienen que es mejor estar en el medio equilibrado, decente, de corbata obligatoria y camisa bien planchada, antes que ser de izquierdas apasionadas o de derechas quietas.

No quiero ser el que se ubique al comienzo de la romería al cementerio cuando no visitó al amigo en su larga enfermedad y, por lo mismo, no conversó de la Francisca, su enamorada.

No quiero levantarme cada mañana sin alcanzar a comer mi ensalada de frutas, correr desperdiciando la vida y su grandeza, para esconderme del sol todo el día en una oficina sin sorpresas.

No quiero volver a casa, en la tarde, acariciando las mismas cicatrices de siempre que no se borran con áloe vera o matico ni libritos de auto ayuda.

No, no quiero ser quien olvide sus sueños y proyectos, y sólo quiera sentarse en el banco de la plaza para tirar migas a las palomas, apenado de que la vida pudo darle más.

Sé que a esta edad la vida se va poniendo ardua pero así y todo cuántas cosas lindas se mantienen o voy descubriendo: unos brazos que me abrazan, unas alegrías esparcidas por los caminos, la flor que amaneció en mi jardín, alguna oración de gratitud a ese Dios que a veces siento se desvanece y otras que se acerca.

Vicente Corrotea