Debajo de un racimo de estrellas
acurrucado junto a la luna
vivía mi pueblo.
Parco y estrecho
poseía tanta envergadura
como una gallina
cubriendo a sus polluelos.
Pedíamos al sol de madrugada
con gritos impacientes
que nos acompañara
en la carrera fustigada por el frío.
Era el tiempo
en que los inviernos parpadeaban
sobre los espejos de escarcha
que con pueril respeto
trataba que se perpetuasen
en el temprano camino al colegio,
pero mis compañeros
rompían mis sueños de cristales
en una desordenada carrera
de caballeros de la Edad Media.
De vuelta del colegio,
tinta azul y tiza blanca,
me esperaba la solitaria voz de mi madre
exigiendo cuidados ante el brasero,
ombligo de mi casa
y confidente de la tetera oscura y festiva.
Entonces se detenía el mundo entero
y sólo mi corazón seguía latiendo
frente a las páginas de mis libros,
herencia de mi madre.
Vicente Corrotea
Fotografía de la colección de Google
Muy hermoso e inolvidable.
ResponderEliminarUn abrazo
Agradezco lo que dices, Verónica.
EliminarUn gran abrazo.
Precioso relato, Vicente. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo.
El reciente invierno que pasó me trajo algunos recuerdos.
EliminarAbrazos.
Hola Vicente ¡Aquellos tiempos d nuestra escuela!
ResponderEliminarMe hs traido entrañables y bonitos recuerdos.
Bonita entrada.
Amistosamente.
Aunque el invierno fue muy egoísta cuando pasó aproveché de estar en nuestro patio o salir de compras. Gracias, Mari Carmen.
EliminarHasta pronto.
La infancia, la más linda época de la vida, el dulce hogar que sabían las madres hacernos. Todo teníamos con ellas.
ResponderEliminarBesos.
Debo ser veraz: Viví feliz cuando niño pero también supe de desdicha pues mi padre nos abandonó cambiando la vida.
EliminarAbrazos.
Entrañables recuerdos con los que me he sentido identificado,sobre todo los referentes a la escuela.
ResponderEliminarEran duros tiempos pero entrañables,éramos jóvenes.
Un abrazo,Vicente.
Es extraño reconocerlo pero los años de universidad, cuando dejé mi pueblo, fueron más felices. Me fascinó estudiar fuerte, escoger amigos y amigas compartiendo sueños y amores.
EliminarAbrazos Joaquín.
Gracias por compartir tus recuerdos infantiles para hacernos revivir sentimientos semi-olvidados.
ResponderEliminarUn saludo
Que me agradezcas por compartir estos recuerdos, Ignacio, me hace ponerme contento.
EliminarUn abrazo.
Tan lejanos me resultan esos tiempos similares a los tuyos, Vicente, que a veces creo que los viví en una existencia anterior...o que solamente los imaginé.
ResponderEliminarSaludos.
Como todos somos diferentes, Esteban, me pasa al revés: los acontecimientos los siento cercanos, aunque tengo la sensación de que muchas situaciones importantes las he olvidado.
EliminarHasta pronto.
Entrañables recuerdos en cada unos de los renglones, al igual que a Esteban me parecen míos... y aún conservo los libros de mi madre.
ResponderEliminarUn Abrazo.
Nunca supe dónde se perdieron los libros de mi madre que conservaba en un inmenso baúl. Fue muy doloroso volver a pasear a Quillota y no encontrarlos.
EliminarGracias, Rafael Humberto.
Un texto de nostalgia de lo que fuiste
ResponderEliminarde lo que hoy sos por lo que fuiste
Cada uno de nosotros crea su vida
y nadie mas que uno
tiene el peso de haberla creado a su gusto
o la nostalgia de las letras de un verso
Aplausos
Hola, Mucha: Tu comentario tiene el valor de provocar una reunión de amigos y amigas en torno a un rico café con un buen sándwich o un helado grande con un trozo de torta. Porque ¿cuánto podemos ser tocado por circunstancias ajenas? ¿O cuánto podemos ser o permanecer incólume?
EliminarUn gran abrazo, amiga.
Bellísimos y nostálgicos sentimientos dibujados con palabras.
ResponderEliminarMe alegra haber conocido tu espacio y, por supuesto, también te sigo.
Un abrazo
De verdad estoy contento de habernos encontrado. Es un regalo.
EliminarHasta pronto.