Este 23 de Abril se celebrará internacionalmente el Día del Libro en recuerdo del fallecimiento de Miguel de Cervantes, William Shakespeare y del Inca Garcilaso de la Vega, aunque esta fecha es en realidad una hermosa suposición puesto que Shakespeare murió un 23 de Abril pero del calendario juliano.
Como sea se nos aparece una emoción cierta, real, que corre por las venas cuando hablamos del libro: Una página tras otras y muchas que lo conforman provocan un goce especial, distinto, amigable y, a veces, interpelador o acompañante de nuestro trayecto. Siempre somos mejores al terminar el libro elegido y más cuando alguno ha modificado sustancialmente la vida que hemos llevado.
Reconozco no saber cómo decirlo pero he llorado escuchando a mi compositor favorito o leyendo un buen libro de poemas. Ha sido desde ese interior profundo donde hay paz y certidumbres genuinas.
Desde los cinco años mi madre me enseñó a leer. Desde esa edad atendía a la obligación de lavarme las manos cada vez que tomaba un libro. Esta labor de higiene para mí y de cuidado con un libro la fui comprendiendo con el tiempo como un rito, pues el libro contiene un aspecto sagrado que une a dos personas en un acto transparente y complejo. Por ello creo que la lucha silenciosa (o en el acuerdo) entre el libro de papel y en el formato digital, siempre nos acompañará aquel de alas sucesivas y benévolas que eleven nuestro espíritu e imaginación para hacernos más humanos, más hermanos.
Autor: Vicente Corrotea
Imagen tomada de la colección de Google
Como sea se nos aparece una emoción cierta, real, que corre por las venas cuando hablamos del libro: Una página tras otras y muchas que lo conforman provocan un goce especial, distinto, amigable y, a veces, interpelador o acompañante de nuestro trayecto. Siempre somos mejores al terminar el libro elegido y más cuando alguno ha modificado sustancialmente la vida que hemos llevado.
Reconozco no saber cómo decirlo pero he llorado escuchando a mi compositor favorito o leyendo un buen libro de poemas. Ha sido desde ese interior profundo donde hay paz y certidumbres genuinas.
Desde los cinco años mi madre me enseñó a leer. Desde esa edad atendía a la obligación de lavarme las manos cada vez que tomaba un libro. Esta labor de higiene para mí y de cuidado con un libro la fui comprendiendo con el tiempo como un rito, pues el libro contiene un aspecto sagrado que une a dos personas en un acto transparente y complejo. Por ello creo que la lucha silenciosa (o en el acuerdo) entre el libro de papel y en el formato digital, siempre nos acompañará aquel de alas sucesivas y benévolas que eleven nuestro espíritu e imaginación para hacernos más humanos, más hermanos.
Autor: Vicente Corrotea
Imagen tomada de la colección de Google