Duerme la noche fría
empapada
de lluvia persistente,
mientras observo
la danza de las hojas
en la candencia del viento,
siendo dueño de mis pasos lentos
que me llevan a cualquier parte.
Me doy cuenta que he perdido
el silencio, la sencillez, la magia
de abandonar de vez en cuando
el camino trazado por años.
Ya nada es indispensable en esta noche.
Sólo el aire, la lluvia, las sombras acurrucadas
en calles angostas, la espera de las horas,
la amistad de los perros
que vagan a donde haya un aroma apetecible,
y el taxi que me llevará de vuelta
a mi casa esquina de reja verdosa.
Vicente Corrotea