Si estas líneas son leídas por una persona que no sea un niño o una niña es probable que yo pierda ese poco de autoridad que debiera tener un hombre de mi edad, o va a suponer que el desgaste de los años, mis continuas vigilias y hasta el colesterol alto son la causa de mi desgaste cerebral.
Como cualquier persona ordenada dispongo de cada lugar para cada cosa. Por ejemplo, tengo un mueble donde guardo mis suéteres y otras ropas. Arriba de dicho mueble, he ubicado una caja donde guardo lápices, pinturas, cartulinas, recortes, es decir aquello que sirve para escribir, dibujar y hacer trabajos en formato más grande de lo común. Sobre la caja de plástico y en una pose apacible vive Efraín. A veces me da una mirada y sé que desea lo tome en mis brazos. Eso nos gusta a ambos. Tengo que decir, niños y niñas, que Efraín no es sólo un peluche cualquiera pues nos une una antigua amistad. De vez en cuando lo miro, él me mira y sigo de largo. Creí que vivía en casa hace sólo un par de años pero revisando las fotografías, ya está hace un buen tiempo. Sí, puedo asegurar que Efraín es un peluche con forma de reno y una panza que no me disgusta. Podría decir que Efraín ha sido mi mejor juguete a lo largo de toda mi vida. De vez en cuando lo abrazo porque es agradable hacerlo.
Niño y niña: Esta es la parte que los grandes no entenderían, de tal manera que si algún abuelo o abuela se encuentra cerca no tiene que saber de nuestra historia. Continúo: Estaba leyendo un libro cuando descansé mi visión y miré a Efraín que estaba donde siempre, claro, sobre la caja de los lápices y tantas cosas más. Pero una pequeña sombra observé detrás de un brazo de mi amigo. Cansado de leer -me dije- estoy viendo en forma defectuosa. Pero la sombra ya no estaba y luego apareció nuevamente. Nadie podía provocar al movimiento y... justo, de nuevo. Me acerqué a Efraín para tomarlo y -¡Caracoles!- levantó un brazo señalándome que no lo tocara. "Oye, creo ya te entiendo. Pero hablemos ahora pues mi mujer llegará en cualquier momento y le darías un gran susto o creería que estoy chiflado.". Efraín estaba intranquilo. No podía hablar pues nunca lo había hecho. Hizo unos movimientos como jadeos y al final me dijo: "Estoy preocupado. Tu tiempo no es como el mío. Los veranos y los inviernos son iguales para mí. Sé que estoy viejo por la cantidad de navidades que estoy contigo pues me pones sobre una alfombra cada año cerca del árbol, y mi piel ya no luce como antes. Algunos de tus amigos están enfermos o se han muerto..." Mi peluche casi lloraba. Pensé que el momento que estaba pasando era una ilusión. Prefería pensar que me había quedado dormido y soñaba. Pero no. Estaba frente al patio soleado y brillante conversando con Efrain, mi peluche, sin saber qué diría. "Es que si tú te mueres tengo miedo de lo que pueda suceder conmigo. Lo que pasa que con el cariño que me has dado se me ha formado un alma pequeñita y ya te puedo amar también un poco. No quiero que me tiren a los perros, se pongan a jugar, me destrocen y después me tiren a la basura". No sé si me rodaban las lágrimas a mí o a los dos. El futuro que teme Efraín era posible pues la gente compra ahora muchas cosas y va subestimando otras. Cuando niño había un trinche o trinchero en casa con muchas cosas que se exhibían en la parte superior y otras guardadas en grandes cajones. Nunca fueron cambiadas ni reemplazadas. Allí estaban cuando me vine a estudiar en la universidad. En la Navidad que viene habrán muchos peluches como Efraín que tal vez no lleguen a la Noche Buena del próximo año. Todo se reemplaza, todo es rápido, es poco lo profundo y serio. Los abrazos son brevísimos. Nosotros nos casamos hasta llegar a viejos sin el miedo de que uno de los dos fuera el enfermero o enfermera del otro, lo que felizmente no ha pasado. De algún modo Efraín no es sólo un peluche; Es alguien que tiene un destello de emociones que lo hacen prever y temer, y buscar seguridad. Necesita amor como el que le hemos brindado a él y quiere que se prolongue.
Cuando Lucía llegó a casa le dije: "No sabes lo que me ha pasado", dispuesto a contarle mi historia. "Sí, te quedaste dormido".
Por eso, niño y niña, cuando un peluche u otro juguete te guste tanto como para abrazarlo es que comenzaste a quererlo. Es un primer paso. O el peluche comience a desear estar contigo, entonces cuídalo con esmero. Es probable que, de repente, hable contigo y aprendas muchas cosas. Sin embargo, los grandes tienen mil preocupaciones, viven corriendo y casi ya no leen y conversan muy poco. Si tienes un peluche y duermes con él sólo abrázalo. Ah, es mejor que tengas uno solo. A veces la abundancia nos pone malo el corazón. ¡Buenas noches, niños!.
Autor: Vicente Corrotea
Foto de Efraín acompañado de Oli
Autor: Vicente Corrotea
Foto de Efraín acompañado de Oli