martes, 10 de abril de 2018

EL MUERTO

Un cuento inoportuno para adultos y adultas que sacan lecciones de la porción oscura de la vida y se atreven a sonreír.

"¡Hey! ¡Sáquenme! ¿Cómo llegué aquí? ¡No estoy muerto!"  Fueron los gritos desde el ataúd que ya estaba sellado. Se produjo una conmoción en el templo viendo que el difunto en realidad no lo estaba. Unos empezaron a culpar a ciertos familiares cercanos, otros a los médicos y los más a los empleados de la funeraria. Los gritos iban creciendo, algunos corrían hacia afuera y no volvían. Otros tropezaban y caían al suelo. Los que eran considerados responsables empezaron a recibir la mayor cantidad de golpes. Pocos se dieron cuenta de que la tapa de la urna ya estaba abierta y que el muerto -digamos el moribundo- podía observar lo que pasaba. Allí estaban los familiares y amigos pegándose, ciegos de aversiones y rabias con inaudita fuerza, que nunca había imaginado en plena vida ni en fiestas de camaradería donde, si las discusiones se calentaban, luego de un respiro todos los contertulios terminaban en abrazos. Vio que su mujer, la viuda, se asomó y sin creer lo que veía se alejó buscando avergonzada apoyo en alguien.


                             Este es la otra familia que ya conoces.
                                 Respetuosa y alegre en los afectos 
                                      en especial con los mayores
                                     
                                       
 

Mientras tanto a nadie se le ocurría acercarse al ex-muerto y darle la ayuda necesaria. El moribundo se movía menos y trataba de mantener los ojos bien abiertos, hasta que dos amigos se acercaron a brindarle compañía afectuosa y preocuparse de que la tapa no cayera sobre el cuerpo de ojos espantados. Cuando uno de los visitantes vio la escena se quedó inmóvil, los demás fueron quedando en silencio escuchándose un grito apagado con voz de muerto, por supuesto: "¿Esta es mi familia y éstos mis amigos?" Entonces circuló por el aire un silencio algo espeso -del que alguien dijo, después de un tiempo, que lo sintió como un ondear de la vida desquiciada que vivimos los humanos corriendo de un lado a otro sin pensar ni retroceder-. Finalmente el moribundo, pasado algunos segundo, puso su última rúbrica a su vida: "No los he conocidos... ni los conozco". Fue un sable pesado, justiciero, doloroso que cayó sobre la concurrencia y penetró en el corazón de todos por algún resquicio corporal que los médicos no conocen, o tal vez por esa misma energía desbordada en puños y piernas y de todos esos músculos que trabajaron el odio contra seres semejantes después de compartir momentos de sus vidas. 

Cuando el hombre terminó definitivamente de morir cerró sus ojos pues ya había visto demasiado. Terminaba una  pesadilla pero no para aquella gente que sólo obedecía al rito de despedida banal de un deudo, sino para un hombre que los misterios de la vida habían revivido tal vez para recibir la última demostración de cariño que no llegó. Después de tanto sufrimiento el difunto mostraba una gran calma, se diría con la dicha que se advertía en su sonrisa, plena y cándida como la de un niño, de encontrar finalmente el calor de un tiempo nuevo, un espacio de sosiego definitivo.

Vicente Corrotea

17 comentarios:

  1. Una historia muy triste, una verdadera pesadilla darse cuenta de cómo eran aquellos a quienes quiso durante su vida, que sí fue un gran descanso poder alejarse de ellos.
    ...
    Por otra parte... Coco, película muy linda. ¿te gustó?
    Un abrazo.

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    1. Siempre he preferido escuchar radio, la radio emisora, por su nobleza y adaptabilidad, pues cada uno escucha lo que desea e imagina. Un día escuché cuando niño en un radio-teatro la historia de un hombre que revive, pero no recuerdo nada más. Y salió esta entrada.
      Fui con mi mujer a ver Coco. Se me escapó una lágrima, o dos.
      Una tragedia que hace más humana a la gente tenga las creencias que tenga.
      Abrazos.

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    1. Tu comentario lo he leído a las 05:50 horas, hora en que me preparo para marchar a mi trabajo. No he podido responderte. Y me pregunto ¿tan sola está mi amiga que hasta vive las madrugadas?
      Brindo por ti, por Miami, por tus madrugadas, por los errores y los aciertos.
      Hasta pronto.


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    2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  3. En la hora de la muerte
    en la hora del dolor , es cuando se ve lo que realmente fuimos y lo que sembramos por igual y cosechamos al final de ese camino.
    Doloroso es ver partir a quienes hemos amado y yo solo estoy en paz
    porque cerré los ojos de mi madre ...cuide su viaje y ayude a su paso a esa mejor vida
    Bendecidos somos los que pudimos vivir aquello

    Coco me emocionó mucho y la sigo viendo, el entrañable amor familiar, una forma muy vivida con los míos
    mi aprecio siempre!

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    1. Estuve lejos de cada uno de mis padres cuando se marcharon. Aunque respeto profundamente las diferencias, me gustaría que la muerte -en mi caso- fuera rápida, con música y alegría, con hartos afectos y recuerdos de mis amigos. Y que me deje un tiempo para despedirme de mis amigos blogueros. Trataré de escribir mi testamento.
      También cuentas con mi aprecio.

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  4. ¡Pobre muerto! no escuchó las alabanzas que siempre se suelen dar al muerto, de cuerpo presente y tuvo que ser testigo del mal comportamiento de los suyos. Muy buen relato. Yo también en mi caso me gustaría que fuera rápido como lo fue la de mi padre. Saludos.

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    1. Yo creo que hay que vivir la vida, como se dice, y prepararse para la muerte que nadie conoce cómo será por allá. Seguro que nuestro muerto se retiró a celebrar su muerte.
      Abrazos.

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  5. Escalofriante, Vicente.
    Pero, sin llegar a esos extremos, uno ve perplejo como en el caso de los grandes, sus familiares se sacan los ojos por el botín.¡Qué queda para los chicos!

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    1. Hay que pensar que en este lance el muerto parte sin nada. ¿Qué digo? Parte con todos sus aciertos. Bueno, realmente nada es seguro. Esto no es matemático ni clínico.
      Para empezar he empezado a regalar mis libros: Quiero que los leen, no que los guarden.
      Hasta pronto.

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  6. Por desgracia se da más de un caso como el que nos traes Vicente, precisamente esta semana he visto en el tanatorio como se discutía sobre si poner música en la misa al fallecido no, ya que, el coste era de 200€, cuatro hijos a pagar 50€ por cabeza y solo uno de ellos estaba de acuerdo ¡¡que pena!!.

    Besos de Espíritu sin Nombre.

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    1. Habría puesto en mi entrada la palabra esa de "tanatonauta" que mi memoria no quiso que apareciera.
      Por mí que lleven guitarras y acierten con la lista de canciones que prefiero. Ya le diré al cura que no cobre por su prédica que de seguro no sabrá qué decir.
      Otro día hilvanaré cómo me gustaría un buen discurso de despedida en la iglesia y otro en el cementerio.
      Abrazos, Conchi, que aún falta mucho tiempo para eso.

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  7. Un cuento con mezcla de tristeza y humor negro. Y es que bastantes sacan su verdadera naturaleza en la muerte de un allegado.
    Creo que de estar en el pellejo de tu muerto, yo también hubiera optado por la paz eterna.
    Un abrazo, Vicente.

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    1. Que te acerques a mi blog es un verdadero privilegio.
      Tu letra diáfana discurre muy amena en las entradas de tu blog y en las respuestas a los comentarios.
      Con mi admiración, Isabel.

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  8. Hermoso relato.
    También vi Coco, una peli estupenda y para reflexionar...
    Un abrazo Vicente.

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    1. Oh, discúlpame, no había visto tu visita. Paso días de loco en mi trabajo y llego agotado, pero estoy contento.
      Un abrazo para ti.

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Agradezco sinceramente tu comentario.