Me elevo
desde tus pies,
testigos de nortes y odiseas,
buscando con mi lengua y mi alfanje
el feliz destino
en tu ánfora rosada
entre dos pilares
protegida,
sin conjuros ni dioses,
solo con unos versos
que rememoro
en silencio.
Confiesas
que el céfiro constante
y la ventisca
han menguado
algunas hojas
de este verano.
No eres roca impasible
castigada por el oleaje sin fin, digo,
sino carne y fruto derramados
en el paso de cada jornada.
Tendidos bajo la noche de inmenso misterio
recorremos sin palabras el pasado,
historias pausadas
a veces cargada de aventuras y esperas,
buscando la lluvia atrevida
más que a la luna tranquila.
Con nuestras emociones vibrando
vuelvo a estacionarme en tu huerto escondido
sintiendo cómo asciende la noche
en su reguero de estrellas,
acogiendo la madrugada
mi renovada existencia.
Vicente Corrotea A.
Imagen tomada de Google
En un día 13 de marzo hace 43 años Lucía Eliana y yo celebramos nuestro matrimonio, un día soleado como ahora. Era un tiempo radiante, lleno de ideas, proyectos y emociones.
Tenemos todo lo que necesitamos. Es probable que mi única ambición sea dejar mi trabajo que merece de ciertas obligaciones y dedicarme a otras más personales y gratas. Pero su remuneración es todavía muy útil para nuestro presupuesto.
En fin, me he detenido acá porque les guardo el cariño que se desarrolla con la comunicación sincera, la misma que me hace compartir este momento con ustedes.
Vicente.