Es parte de la lealtad que nos debemos a nosotros de preguntarnos, sin rodeos ni engaños, cómo estamos. Naturalmente nunca para sentirnos amargados pues es un ejercicio para mirarnos a lo largo de nuestras cuatro estaciones y reconocer que han sido hermosas a pesar de algunas o muchas tribulaciones.
En esta última estación que a muchos nos brinda la vida, no tenemos motivos para envidiar a nuestro vecino o vecina de 50 y tanto que sale a correr con su perro, se divierte con los amigos o va a retirar a sus nietos al colegio, porque también lo podemos hacer nosotros y aún más. Personalmente estoy consciente que debo ordenarme mejor, detener un poco la marcha pues corro sin motivo para llegar al bus o al Metro, también saber encontrar momentos que me hagan dichoso -como cuando estoy con ustedes- y evitar, hay que decirlo, aquellas personas que hablan empecinadas del pasado no porque atesoren lindos recuerdos que originan sanas emociones sino que demuestran que están fastidiadas con el presente, los asuntos cotidianos y más con los vecinos y la gente que pasa a su lado.
No pretendo ser un referente pero me gusta encontrarme con gente que conozco ya sea de mi edad o jóvenes y, cuando se da el caso, invitarnos a un café. Porque la vida con los amigos y amigas es muy importante y hay que hilar todos lo colores de este inmenso telar que cada uno/una teje durante la vida. Puede ser que delante de un emparedado y una cerveza platiquemos de su primer nieto que se casó, del partido de fútbol del fin de semana, de los escasos políticos honestos, de Neruda, de Sofía Loren, de Gustavo Cerati, de la última obra que asistimos mi mujer y yo, o del libro que estamos leyendo. En fin, de la vida misma.
Así, cuando llegue a casa otro poco más feliz saludando a mi mujer, me sentiré un Gulliver tirándome al suelo -alguna vez- con la algarabía de mis encantadoras perritas poodles.
Y comenzaré ese otro viaje al interior de las bondades de un hogar de paz, de qué te gustaría de almuerzo mañana, aunque algunas recetas aparezcan casi listas, de los trabajos ya planificados, de las preocupaciones con algún problema de un hijo... Es la vida, es la esperanza, que te agradezco por estar acá. ¡Buenas noches!
Vicente Corrotea