Una bandada de aves migratorias robó mi tiempo
depositándolo en esta estación vespertina,
y sin darme cuenta de la edad que tengo
mis amigos han comenzado a marcharse
sucumbiendo a una flecha envenenada
o tras sus puertas cerradas
dejaron de contar sombras gastadas.
Hubo uno resistente como espada
luchó por lo más noble de los humanos
hasta caer de bruces sobre la arena
y que tuvieron algo en común en la fatiga de la jornada:
el itinerario compartido de proyectos
y la porción de divinidad que todos llevamos
al transformar las lágrimas en aguas reposadas
y la experiencia del abrazo
de cada encuentro.
Muero un poco con los que murieron
y vivo mejor con los que soñamos
con estas anunciadas ausencias a mi corazón aferradas.
Vicente Corrotea
Vicente Corrotea