-Hola, ¿Cómo está?
-Ahora bien. Gracias. Fue un gran sismo y un buen susto.
-Cierto. Desde abajo ví corriendo a los guardias. Ha quedado usted solo.
-Muchas veces me he quedado solo o casi solo y la verdad es que no he pensado en marcharme a pesar de esta situación. Este es mi lugar y mi hogar.
-Pero nadie lo busca. Todos están preocupado de sus familias, de su casa y hasta de sus perros.¡Váyase! Yo me marcharé a donde mis hijos y mis nietos, en el valle.
-Le dijo que prefiero no irme. Además, debo continuar cumpliendo mi pena.
-Señor, conocí su caso. No le debe nada a la sociedad. Fue usted quien no defendió su propia inocencia.
-Es que siempre me sentí culpable. Además, la prensa hizo su trabajo oscuro y los hechos presentados fueron para favorecer a otros.
-Vea las cosas de otra manera. El alcaide, los otros personeros y reos no volverán tan pronto, acaso vuelvan. Tampoco llega hasta acá algún tipo de comunicación. Es cierto que hay animales y una buena huerta pero puede acabarse.
El silencio quebrado por las aves de las montañas invade todo el territorio. Se suceden caídas de terreno. Ambos hombres, en su nobleza, creen estar decidiendo lo que es más justo en su destino trazado.
El guardabosque solicita quedarse por la noche e irse temprano. El ruido de tazas, el aroma de pan recién amasado y de carne asada despiertan al hombre del bosque a la mañana siguiente.
-Váyase conmigo. Su familia vive muy lejos y la mía como a 10 Kms. Nos llevamos a su perro si lo desea. Somos una familia sencilla y le puedo asegurar que feliz. Me quedo otro día para que piense mejor.
-En realidad ya lo pensé toda la noche. Me costaría mucho volver a ese mundo donde todo es veloz, de poca amabilidad y respeto, de gente confundida y estresada, pero sobre todo dando demasiada importancia a la posesión de las cosas materiales. Mi hermano, poco antes de morir de cáncer, me ofreció doce pares de zapatos de los que acepté sólo un par, pues no necesito más. Por eso no quiero irme y le agradezco su tremendo ofrecimiento. Para mí ésto es lo normal. Haré todo lo posible porque este lugar se mantenga estable, ojalá más hermoso. Si se puede comunicar con alguien que tenga que ver con el presidio dígale que no me considero en un encierro y que he sido feliz de ayudar a otros reclusos. Que soy un hombre libre aunque les cueste entenderlo. Si quiere saber porqué estoy en esta cárcel es porque un grupo de 500 estudiantes salimos tranquilos a la calle pidiendo libertades. Eran tiempos difíciles. Caminamos tranquilos incluso saludando a la policía. No hubo ningún atisbo de disturbio. Supe que hubo una orden y la policía las endilgó contra nosotros que usó sus armas. Nadie entendía la reacción de los policías. Murió uno de los heridos; Era mi mejor amigo. Hasta sus padres que nos conocían buenos compañeros pedían mi cabeza. La prensa hizo otro tanto. He amado de verdad la libertad y me encarcelaron en este lugar remodelado de un fundo para presos especiales. Hemos vivido muchas personas formando una comunidad, viviendo de una huerta y una granja. Leemos libros fascinándonos en su lectura. Cuando los empleados vuelven de sus vacaciones traen más libros y otros llegan encargados por mí. Legalmente soy un preso pero a ciencia cierta hasta dudo quién soy yo. Dicen que no se han dado el tiempo de calificarme. Un empleado de la oficina del centro manda un sobre con mi sueldo en efectivo a la casa de mi familia y una encomienda con víveres y enseres de limpieza para acá. Tengo la convicción que personal con autoridad llegará para hacerse cargo de este buen lugar. Mientras tanto cabalgo, corro, cocino, lavo, siembro, alimento a los animales. Sí, tienen que volver para ayudarme. Además, leo, escribo y pronto pintaré. Es decir, no tengo lo que los demás tienen o desean, pero tengo todo lo que necesita mi cuerpo y mi espíritu.
Habrían pasado unas tres semanas, cuando al recinto tan particular llegaron un alcaide, un médico y dos gendarmes, encontrando todo limpio y en su lugar. El único reo, en realidad, el único responsable, lo mantenía en condiciones óptimas. La comitiva decidió quedarse varios días en el lugar.
Se iniciaron algunas conversaciones que nunca pensaron el alcaide y el médico a dónde llegarían con el "dueño" como nombraban al ex reo. Al final, después de haber sostenido variadas y profundas conversaciones con el reo y con comunicaciones con la capital, aceptó ser requerido para realizar un curso especial pagado por la institución, acordando condiciones y sueldo. Su carácter asociativo, su inteligencia, su cultura y su ética, lo habían capacitado para dar un gran salto: Después de algunos años de prueba fue solicitado al cargo de alcaide del presidio central, convirtiéndola en la institución que ha recuperado en la mayor y mejor cantidad de reclusos en buenos y activos ciudadanos.
Vicente Corrotea