Pasamos una noche de Navidad íntima, con cena especial y naturalmente familiar. Nos sentimos bien cuando los hijos recordaron que pasaron una niñez muy feliz. Pero también pensamos en que hay muchos niños como el Bebé de Nazaret, pobre y sin juguetes. Cuando el gordo de rojo golpeó nuestra puerta no le abrimos. Hizo una marca y se retiró. Hace un trabajo que no compartimos por ser mercantilista y, además, nunca ha regalado nada. A los poderosos no les viene bien el ejemplo de un familia pobre y modesta que sólo vino a traer paz y felicidad y a decirnos que todos somos iguales y nos lo recuerda cada año.
Hicimos nuestro pesebre y bien adornado, creo que muchos lo hacen, pero no nos damos cuenta que afuera, tal vez cerca de casa o más lejos hay pesebres vivientes e invisibles. Nuestra tarea es que haya menos pesebres de carne y huesos. Eso depende de qué y cómo enseñamos a los niños, hijos y nietos, no sólo en cada Navidad. Depende de qué obsequiamos y, a veces, de cómo los abrazamos.
Con mucho cariño les deseo a cada uno, a cada una un año maravilloso, porqué no, cuando ello depende en gran medida de nosotros. ¡Felicidades!
Vicente Corrotea
Hicimos nuestro pesebre y bien adornado, creo que muchos lo hacen, pero no nos damos cuenta que afuera, tal vez cerca de casa o más lejos hay pesebres vivientes e invisibles. Nuestra tarea es que haya menos pesebres de carne y huesos. Eso depende de qué y cómo enseñamos a los niños, hijos y nietos, no sólo en cada Navidad. Depende de qué obsequiamos y, a veces, de cómo los abrazamos.
Con mucho cariño les deseo a cada uno, a cada una un año maravilloso, porqué no, cuando ello depende en gran medida de nosotros. ¡Felicidades!
Vicente Corrotea